jueves, 13 de agosto de 2015

La discriminación que lastima a la sociedad: la homofobia

 “Lo que plantea problemas no es el deseo sexual, es el miedo a la homosexualidad; hay que explicar por qué esta simple palabra desata temores y odios. Hay que preguntarse, por tanto, por el modo en que el mundo heterosexual piensa y fantasmea sobre la homosexualidad”
Guy Hocquengheim (1972)


“Homofobia: Aversión obsesiva hacia
las personas homosexuales.”

Real Academia Española

La historia universal aporta registros muy antiguos de la homosexualidad, como testimonio de que las relaciones entre personas del mismo sexo existen desde tiempos remotos. En la Italia prehistórica, en el Imperio Romano, en la civilización China, en todos los tiempos y en todas las culturas, aparecen las evidencias de relaciones entre personas del mismo sexo. Llegamos al siglo XXI sin dudas de que la diversidad sexual es parte de la naturaleza humana.


No obstante, la hegemonía de una ideología patriarcal y heterosexual ha predominado en las leyes familiares por siglos y por ello,  las respuestas sociales ante la homosexualidad, han sido diversas, desde las de aceptación, la neutralidad, hasta la discriminación y estigmatización expresada a partir  de la aplicación de prohibiciones específicas, castigos físicos diversos, hasta el exterminio.


Fue apenas en el tardío siglo XIX, que con el avance de los estudios sobre la sexualidad humana, apareció el término de homosexualidad. Foucault, en su historia de la sexualidad, señala que en Europa, para esta época, ya podía hablarse del homosexual como personaje, como un actor social que se autoidentificaba; es decir personas que se veían obligadas a enfatizar y reivindicar su identidad homosexual para enfrentar el sufrimiento de la discriminación y gradualmente construir identidades colectivas, para reclamar sus derechos ciudadanos y un lugar social no estigmatizado.


            La historia de la homosexualidad en México es aún desconocida, nos falta mucho por aprender e investigar. Existen algunas aproximaciones a historias fragmentadas, a historias personales desde la biografía, como lo es el caso de Amelio Robles, estudio realizado con maestría por Gabriela Cano.   Se trata del caso de una mujer transgénero que logra afianzar su identidad militar dentro del ejército zapatista, en donde la trataron siempre como varón e incluso tuvo a lo largo de su vida a dos esposas. La importancia de este estudio es tal, que ha impactado la historiografía de la Revolución Mexicana, que nunca antes reconoció la diversidad sexual en las filas revolucionarias.
            Así podemos imaginarnos cuantas historias nos han contado en forma limitada o sesgada para “normalizar” los acontecimientos y para garantizar el orden social dentro de una ideología heteronormativa hegemónica.


La historia tiene también grandes evidencias de la homofobia  y sus diversas formas de discriminación hacia las personas con orientaciones sexuales diferentes. La definición misma de la homofobia va más allá de la definición que ofrece la Real Academia, hay nuevas interpretaciones que permiten comprender que la homofobia es el rechazo no solo a la pareja homosexual, sino que se trata de una ideología que denigra las cualidades consideradas femeninas que tienen los hombre así como las cualidades consideradas masculinas entre las mujeres. Esto quiere decir, que incluso personas heterosexuales son susceptibles de recibir trato homófobo por no cumplir con los patrones de virilidad masculina o los estereotipos femeninos, que el orden social reclama.
Así la homofobia puede anidar en instituciones de estado, en sus leyes y en la familia, en la Iglesia, en la escuela, en el parlamento, en la milicia, en el mundo deportivo, en los medios de comunicación, en la publicidad, en el trabajo y el ejército, entre tantos otros.


De esta manera, un sacerdote, maestro, abogado, juez, médico, psicólogo, policía, ama de casa, deportista o comunicador,  que piensa que el amor entre personas del mismo sexo es anormal, peligroso, perverso, pecaminoso, ilegal, enfermo y un sinsentido, quizá esté en el camino a convertirse en un ser homófobo.


Actualmente en México hay avances significativos en la ley, para garantizar los derechos humanos de las personas homosexuales, son resultados de largas luchas de grupos organizados de la sociedad civil y los colectivos de activistas. El delito de crimen de odio, la sanción a la discriminación por homofobia y la posibilidad de realizar matrimonios civiles entre personas del mismo sexo e incluso la posibilidad de adoptar legalmente, son conquistas recientes y muy significativas para avanzar hacia una sociedad más justa y más incluyente.


No obstante tenemos un reto importante aún respecto a expresiones diversas de violencia homofóbica y se puede afirmar que la población tiene una opinión dividida sobre estos temas. En una encuesta realizada en 2014 por el PEW Research Center, en México hay un 49 % de personas a favor de los matrimonios entre personas del mismo sexo y un 43% en contra, así como un 8% que dijo no saber que opinar al respecto.


Por ello, el papel de los medios y del sistema educativo para combatir la homofobia ocupa un papel importante. Lo primero es garantizar que los cambios a la ley se lleven a la práctica, en todos los niveles estatales y locales.  También nos hacen falta mantener informada a la población de los resultados de nuevas investigaciones, para contar con conceptos y experiencias que permitan entender este fenómeno de manera más integral, como se puede apreciar en la siguiente definición que nos ofrece la  American Psychological Association, American Psychiatric Association y National Association of Social Workers  planteada al Tribunal Supremo de California:

La homosexualidad no es ni un trastorno ni una enfermedad, sino una variante normal de la orientación sexual humana. La inmensa mayoría de gays y lesbianas viven vidas felices, sanas, bien adaptadas y productivas. Muchos gays y lesbianas mantienen relaciones permanentes con personas del mismo sexo. En términos psicológicos esenciales, estas relaciones son el equivalente de las relaciones heterosexuales. La institución del matrimonio permite a los individuos un rango de beneficios que tienen un impacto favorable en su bienestar físico y mental. Un gran número de niños están siendo criados actualmente por lesbianas y gays, tanto en parejas del mismo sexo como madres y padres solteros. La investigación empírica ha mostrado de manera consistente que los progenitores homosexuales no se diferencian de los heterosexuales en cuanto a habilidades parentales, y que sus hijos no muestran ningún déficit comparados con hijos criados por progenitores heterosexuales.


Actualmente San Luis Potosí entra al escenario de las entidades y los países que han dado un paso adelante para garantizar los derechos de las parejas homosexuales, las voces de quienes tienen temores y dudas, desde luego son comprensibles por la falta de información y educación sexual, no obstante, no pueden dejar de ser voces sin argumentación sustentada, que discriminan y que lastiman, no solo a la comunidad lésbico-gay, sino a toda una sociedad que reclama inclusión y mejores formas de convivencia humana.





[1] Louis – George Tin (Dir.)Diccionario Akal de la homofobia, Louis – George Tin, Ediciones Akal, Madrid, España, 2012 p. 10-12.
[2] Ibid.
[3] Louis – George Tin 

jueves, 6 de agosto de 2015

Las ecónomas: la mano materna e invisible que da comida y afecto en los albergues indígenas


“Las manos de mi madre llegan al patio desde temprano
todo se vuelve fiesta, cuando ellas vuelan
junto a otros pájaros, junto a los pájaros, que aman la vida
y la construyen con los trabajos
arde la leña, harina y barro,
lo cotidiano se vuelve mágico
se vuelve mágico
 Las manos de mi madre, me representan un cielo abierto
y un recuerdo añorado, trapos calientes en los inviernos”
Peteco Carabajal /Mercedes Sosa


Las ecónomas en México, han sido y son las mujeres que atienden la cocina y vida doméstica de los internados rurales, pero que en realidad hacen de madres sustitutas, que proveen afecto, comida caliente, soporte emocional y moral a los niños y niñas  indígenas que requieren vivir lejos de sus familias, en un albergue, para poder acceder a una escuela en las comunidades rurales. Su nombre en el diccionario y en las definiciones pedagógicas no existe

En México los albergues indígenas hoy llamados Casa del niño indígena y también  los comedores que ofrecen solo servicio de alimentos, atienden a casi 60 mil niños y niñas, en 27 entidades de todo el país. En San Luis Potosí hay 34 albergues de los cuales 8 solo dan servicio de comedor. Operan interinstitucionalmente entre la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas y la Secretaría de Educación Pública.

(Véase http://www.cdi.gob.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=317 )

Las ecónomas son definidas como las personas responsables del servicio de alimentación en las Casas o Comedores del Niño Indígena, según la Guía Operativa de la CDI.   No obstante sus tareas no se limitan a la cocina, tienen plazas muy bajas, similares a las de intendente, con salarios menores a 3700 pesos mensuales y entre sus funciones deben sustituir al Jefe de la Casa cuando éste se ausente.

La realidad es que los Jefes, -maestros designados por la SEP-, permanecen poco tiempo en los albergues, prefieren su ubicación en escuelas para trabajar con grupo, pues la dirección de un albergue implica radicar en la institución y atender a más niños que llegan en condiciones muy vulnerables, son muchas responsabilidades y tiempo completo de lunes a viernes. Pocos maestros y maestras, son los que asumen este trabajo con el amor y la dedicación que demandan. Las que permanecen todo el año, finalmente, son las ecónomas, realizando como pueden todas las tareas de un jefe y de una madre para una comunidad diversa de niños y adolescentes, que llegan con historias de pobreza, desnutrición y discriminación.

Ellas se asumen como las responsables de la nutrición de los niños y de acompañar su adaptación en la casa. En la vida cotidiana del albergue organizan desde el menú, hasta autodisciplina para el manejo de los horarios y rutinas de los niños. Apoyan sus tareas escolares, les enseñan higiene, los cuidan cuando están enfermos, los entretienen, los consuelan cuando se deprimen, los escuchan acerca de sus problemas que viven en la escuela y en su familia, entre otras mil demandas que tienen los niños y niñas en un internado.

Es importante aclarar que las Casas también reciben ahora a adolescentes y jóvenes, de manera que en estos establecimientos pueden habitar personas de 5 a 27 años, pues el objetivo de las mismas es garantizar la permanencia y conclusión de los estudios a jóvenes de escasos recursos.

Manteniendo la estructura del pasado, con el mismo personal, que incluye un Jefe (generalmente temporal) y una ecónoma (permanente),  con el hipotético apoyo de un comité de padres de familia, una Casa del niño indígena (que ya no es solo de niños), llega a hospedar  hasta 60 beneficiarios de diferentes edades y niveles de escolaridad, entre hombres y mujeres, para apoyar su derecho a la educación.

La complejidad de estas casas es enorme, pues puede haber niños pequeños empezando la educación primaria, que aún entienden poco el español; otros en plena pubertad y adolescencia en cursando la secundaria y otros más en la prepa, entrando a la juventud, con las rebeldías e inquietudes propias de su edad.

Las ecónomas señalan que ellas cuidan que todos coman bien tres veces al día, aunque no es tan fácil logran incluir las dietas nutricionales tal como se indican,   porque hay muchos niños –en estado de desnutrición- que solo desean comer tortillas y frijoles, como en su casa. Ellas les enseñan a bañarse y a usar regaderas, a cepillarse los dientes, a mantener aseada su cama y a ayudar en algunos quehaceres de la casa. Los niños de albergue, generalmente están en rezago educativo y toca a ellas ayudarles a hacer las tareas, incluso hablar con los maestros en el papel de tutoras. Su papel, en este periodo de adaptación es muy importante para que los niños “no se escapen” o deserten de la escuela y del internado.

Los niños salen los viernes para sus casas, algunos tienen que caminar durante horas y/o gastar hasta 250 pesos por viaje, que es lo que cobran las camionetas particulares  que los transportan a las comunidades. Cabe decir que la beca alimenticia que el Estado da para cada niño se calcula en 600 pesos mensuales. Maestras y ecónomas están al pendiente de que los niños no pasen peligros en los caminos y regresen a la escuela y al albergue.

La preparación de alimentos y la higiene del albergue, en no pocos casos, enfrenta a las ecónomas y a los niños, a las mismas precariedades que viven las comunidades indígenas. Hay que acarrear agua del pozo, hay que buscar leña si no hay gas, hay que “tortear” para hacer tortillas diariamente, para alimentar a los niños tres veces al día. Los Comités de apoyo, -en los que participan también algunas  madres de familia-, apoyan en algunos casos en estas tareas, pero de no hacerlo, toca a las ecónomas sacar adelante el día a día. Ellas tienen que resolver usando ingenio, redes y los recursos disponibles.

Nuevamente estamos frente a un caso donde las políticas sociales depositan en las mujeres un gran peso para operar y cristalizar los programas. Como ha sucedido en el programa de Oportunidades, hoy llamado Prospera: son las mujeres, la mano invisible de estas políticas, son las que aportan sus energías para procurar bienestar a los más vulnerables. Realizan este trabajo por salarios realmente bajos, y se les demanda una responsabilidad emocional y moral muy alta.

En todo el mundo, son las mujeres, las que siguen realizando el trabajo de cuidado y asistencial para seres en condiciones de dependencia, un trabajo doméstico que no es valorado como un “trabajo” formal por parte del Estado. Por ello, ningún modelo institucional que se pretenda de avanzada para promover políticas sociales puede pasar de largo frente a las nuevas concepciones del trabajo de cuidado y particularmente será puesta a  revisión la posición que le da al trabajo de cuidado.

La importancia de este tema es central para México, porque sus principales políticas sociales se basan en el trabajo de las mujeres. Por ejemplo, las cruzadas para enfrentar el hambre, la desnutrición o el rezago educativo de los pueblos indígenas, -que reciben millones de pesos del erario público para su puesta en marcha-, han dejado en el olvido, han invisibilizado aún más el trabajo de las mujeres que las concretan en el día a día, en los comedores y albergues.

La forma de reconocer y hacer justicia a la labor de estas mujeres debe expresarse en la mejora de sus salarios y condiciones de trabajo, no en el incremento de su explotación, en diversificar sus oportunidades de capacitación, en contar con más personal de apoyo e infraestructura en los internados y comedores, entre otros aspectos.  Lo primero que tenemos que aprender es escucharlas y valorarlas, para hacer visible el trabajo de cuidado y para llevarlo al diseño de nuevas políticas públicas con perspectiva de género y de derechos humanos que también las incluya.


[1] ACUERDO por el que se modifican las Reglas de Operación del Programa de Apoyo a la Educación Indígena a cargo de la Coordinación General de Fomento al Desarrollo Indígena de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas para el ejercicio fiscal 2015. Miércoles 24 de diciembre de 2014 DIARIO OFICIAL.
http://www.cdi.gob.mx/programas/2015/2014_12_24_mat_cndpi_educacion_indigena.pdf