jueves, 24 de septiembre de 2015

Una mirada a la vulnerabilidad y violencia contra las niñas en el mundo

A escala mundial, más de 700 millones de mujeres que viven actualmente se casaron siendo niñas (con menos de 18 años de edad).
Más de una de cada tres —aproximadamente 250 millones de niñas—
se casaron con menos de 15 años.
A menudo, las niñas casadas no saben
cómo negociar efectivamente unas relaciones sexuales más seguras,
colocándolas en una situación de vulnerabilidad
ante las infecciones transmitidas sexualmente,
incluido el VIH, además del embarazo precoz.
El hecho de que las niñas no sean lo suficientemente
maduras físicamente para dar a luz pone en peligro
 tanto a las madres como a sus bebés.
Por otra parte, las niñas pobres tienen
una probabilidad 2,5 veces mayor de casarse en su infancia
que las que pertenecen al quintil más rico.
UNWOMEN[1]



 En el contexto mundial y especialmente en los países no desarrollados, la situación de violencia contra las mujeres y las niñas, presenta grandes retos. Amnistía Internacional considera que la violencia contra las mujeres y las niñas es “la violación de los derechos humanos más extendida de nuestro tiempo”(2)  ya que en ningún lugar del mundo se encuentra garantizada su seguridad y sus derechos humanos. Esta misma organización señala el preocupante dato de que una de cada tres mujeres en el mundo sufre algún tipo de violencia o abuso a lo largo de su vida.


Un caso muy grave de violencia en contra de las niñas, fue el que se presentó en Nigeria en abril de 2014 a manos del grupo islamista terrorista Boko Haram que secuestró a más de 200 niñas de una escuela en el pueblo de Chibok, al noreste del país. Amnistía Internacional señala que desde principios del 2014 hasta ahora, Boko Haram ha secuestrado al menos a 2,000 niñas y mujeres, a quienes someten a violaciones sexuales y son entrenadas y obligadas a realizar actos de violencia en contra de sus propios pueblos, entre otras formas terribles de violencia. Durante la última semana de abril de este año el ejército nigeriano liberó a más de 7,000 mujeres y niñas que se encontraban secuestradas en diferentes campamentos de Boko Haram, después de los exámenes médicos resultó que al menos 214 de ellas estaban embarazadas de sus captores. Sus testimonios desgarradores nos hablan de cómo fueron convertidas en esclavas sexuales y obligadas a vivir en condiciones inhumanas.


La violación sexual se utiliza de manera sistemática como “arma de guerra” durante los conflictos armados, afecta principalmente a las adolescentes, que se convierten en un blanco para los agresores. La violación como arma de guerra constituye una grave violación a los derechos humanos y un crimen de lesa humanidad. Un caso emblemático es el de los miles de víctimas de violación durante la guerra de Bosnia entre 1992 y 1995, que no han recibido justicia.


Las niñas son privadas de su infancia y de su estabilidad emocional por el impacto de la violencia en sus vidas. Su vulnerabilidad se incrementa cuando son madres en condiciones de pobreza o de analfabetismo.


La falta de educación se convierte en falta de opciones y de redes de apoyo para mejorar sus vidas y las de sus hijos. Las políticas afirmativas para generar mejores condiciones de igualdad de género para niñas y mujeres, plantean la necesidad de empoderar a las mujeres para que puedan educarse y trabajar a favor de obtener una mayor autonomía personal. Malala Yousafzai, una joven activista pakistaní, ganadora del Premio Nobel de la Paz 2014, se ha convertido en un ícono del empoderamiento de las niñas y de la defensa de su derecho a la educación. En un discurso pronunciado ante la Asamblea General de la ONU en el año 2013 Malala dijo “Hubo un tiempo en que las activistas pidieron a los hombres que lucharan por ellas. Pero esta vez vamos a hacerlo por nosotras mismas. No estoy diciendo que los hombres se aparten de hablar sobre los derechos de la mujer; me estoy enfocando en que las mujeres sean independientes y luchen por sí mismas.”


De acuerdo con UNICEF “Malala es un ejemplo de cómo las propias niñas son protagonistas del cambio. Están llenas de talento, creatividad y potencial.”(3) 


La determinación de Malala y de muchísimas niñas sobrevivientes de la guerra y la explotación, son una muestra de su lucha y su valentía para enfrentar la violencia, la pobreza  y  la adversidad.







jueves, 17 de septiembre de 2015

El caso Évelin y la vulnerabilidad de las niñas en México

 La violencia en México es un factor determinante de la deserción escolar e incluso,
 una causa importante de muertes infantiles.
Miles de niños, niñas y adolescentes en México,
crecen en un contexto de violencia cotidiana que deja secuelas profundas
 e incluso termina cada año con la vida de centenares de ellos.
Gran parte de esta violencia, que incluye violencia física, sexual, psicológica,
discriminación y abandono, permanece oculta y en ocasiones,
es aprobada socialmente.

UNICEF, 2015. 




 



Apenas el  25 de agosto en San Luis Potosí fue hospitalizada en urgencias del Hospital Central una bebé de 2 años, con múltiples lesiones que le causaron su madre y su padrastro, quienes tuvieron que reconocer que ambos golpearon a la niña porque no dejaba de llorar.  El primero de septiembre de este año,  en esta misma ciudad, falleció la niña Evelyn de 7 años de edad, ahogada en el aljibe de su casa. Las investigaciones que han seguido a su muerte han evidenciado que no fue un accidente, sino que fueron su padre y su madre quienes la arrojaron al aljibe con la intención de asesinarla, lo mismo intentaron hacer a sus otras dos hijas pequeñas, pero finalmente no lo consumaron. El cuerpo de la pequeña Evelyn mostraba las huellas del abuso sexual que su padre cometió sobre ella.  Las notas de la prensa informan que la pareja estaba en medio de la disolución de su matrimonio y que por ello acordaron asesinar a sus hijas, ahogándolas en el aljibe, para evitar los problemas e inconvenientes que les causaría pelear por su custodia y porque la madre no quería que siguieran bajo el cuidado de los abuelos paternos.


Estos hechos terribles, generan preguntas de fondo, evidencian los alcances de la violencia y maltrato a la infancia, pero también hay que dejarlo claro, muestran conductas e ideologías que perciben a las niñas como desechables y objeto de desprecio por ser mujeres. Hacer visible la violencia de género hacia las niñas es todo un reto en contextos donde se naturaliza la violencia hacia las mujeres. Hay que decir que si hubo voces para reflexionar sobre esta tragedia. Diversos representantes civiles y eclesiásticos locales, lo han abordado en formas aisladas y simplistas, refiriéndose principalmente a lo que llaman la pérdida de valores humanos fundamentales en nuestra sociedad y reclamando a la madre su complicidad. Sin embargo, no hemos visto el uso de un enfoque desde la perspectiva de género para reflexionar sobre el caso. Hacerlo es importante, para poner la atención en cómo las niñas se encuentran en una situación especialmente vulnerable, en una sociedad ya de por sí violenta con los niños.


De acuerdo con un estudio sobre feminicidio en México realizado por ONU Mujeres, basado en estadísticas vitales de mortalidad del INEGI,  durante el periodo de 2005 a 2009 fue posible identificar un alto índice de asesinatos de niñas en el país: el 5.8% de las defunciones femeninas con presunción de homicidio corresponden a niñas de menos de cinco años, en contraste con un 0.83% de niños (varones) del mismo grupo de edad. Dentro del mismo periodo el estudio indica que el 17.2% de este tipo de defunciones corresponden a niñas menores de 18 años. Como un agravante a estos ya de por si alarmantes datos, el mismo estudio señala que la violencia familiar es la causa de los infanticidios en el 21.4% de los casos que implican a niñas menores de cinco años y el 19.45% en los casos de niñas menores de un año. Las lesiones letales se producen en la vivienda en el 40.2% de los casos de menores de un año y 44.9% en los casos de menores de cinco años.
El hogar aparece así como un lugar donde les pasan muchos “accidentes” a las niñas, como un escenario peligroso, como lugar de tortura, de abuso e incluso de muerte para las pequeñas. En los medios de comunicación podemos constantemente enterarnos de noticias acerca de niñas que han sufrido actos terribles de violencia y en gran parte de los casos los agresores son sus propios familiares: padres, madres, tíos, hermanos, abuelos. Las búsquedas en internet sobre “niñas asesinadas”, tan solo en google México, llegan a casi 260 mil resultados en 0.36 segundos. Existen además una gran cantidad de casos no registrados, por considerarlos accidentes domésticos.


Es aún muy inicial la práctica de levantar datos cuidadosos y cumplir protocolos médicos para intervenir acertada y rápidamente en los casos de niños y niñas que llegan a los hospitales con huellas de maltrato. Lo cierto es que la realidad se impone, personal médico y de trabajo social, han reconocido un aumento alarmante de casos y niveles de maltrato a la niñez en San Luis Potosí. La alerta de las autoridades tendrá que ir acompañada de un conjunto de acciones y también de capacitación para que quienes detectan los casos de maltrato, puedan aplicar la perspectiva de género para advertir los factores ideológicos y culturales que están amenazando la vida y la integridad de las niñas.


Cuando las niñas y adolescentes entablan relaciones de noviazgo y de pareja, su situación no es mejor. Datos recientes  de INEGI señalan que en nuestro país, el 56% de las mujeres de 15 a 19 años que viven en pareja han sufrido al menos un incidente de violencia en los últimos 12 meses. 


            El cuidado comunitario de nuestras niñas, es importantísimo para evitar sufrimientos y salvar vidas. Me refiero desde luego a la acción ciudadana, alerta y decidida, para  impedir que los actos de misoginia y maltrato de niñas se repitan o queden impunes en nuestra sociedad, pero también me refiero a las acciones que transformen la vulnerabilidad de las niñas, a las políticas que se propongan empoderarlas, impedir que deserten de la escuela o que se les deje fuera del desarrollo y de las oportunidades, por ser niñas. Asimismo una buena respuesta de protección de la infancia y de las niñas, promovería acciones preventivas, que orienten a las familias, servidores públicos, medios de comunicación y docentes, para promover  la equidad de género en el seno familiar.  No es aceptable en modo alguno que se siga naturalizando la violencia de género en cualquiera de sus formas, en las instituciones, las escuelas y en los hogares.


            El caso de Evelyn, nos muestra los vacíos y vulnerabilidades de la política pública para prevenir la violencia de género. Ya que nadie pudo ayudar a Evelyn y a sus hermanitas, cuando su madre presentó una queja por violencia intrafamiliar, dos años antes de la tragedia;  nadie apoyó a tiempo a los abuelos que ya percibían el peligro en que se encontraban las niñas. Al parecer,  los servidores públicos que tuvieron contacto con la madre y los abuelos, no vieron nunca los avisos de un padre agresor dispuesto a ejercer la violencia extrema, sexual y  feminicida en contra de sus pequeñas hijas, menos aún podrían entender la complicidad o la omisión de una madre inserta en el círculo de la violencia. Lo que nos deja dolor y desesperanza (en el sentido de desesperación y falta y de esperanza), es la oscura certeza de que actos así, podrían repetirse, ante  la falta de sensibilidad y de profesionalismo de ministeriales, trabajadores sociales, docentes, vecinos y otras autoridades, acostumbrados a la pasividad burocrática, a naturalizar la violencia de género, o a ver como normales “los accidentes” de las niñas.


Requerimos, por tanto,  funcionarios y personal que se proponga acrecentar o adquirir capacidades para ver y aplicar las mejores formas de intervenir bien y a tiempo, para garantizar que niñas como Évelyn, no pierdan su vida y que en general, se tomen muy en serio su trabajo para garantizar el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia. 


[2] Feminicidio en México. Aproximación, tendencias y cambios: 1985-2009. ONU Mujeres; Comisión Especial para el Seguimiento de los Feminicidios, Cámara de Diputados, LXI Legislatura, INMUJERES y El COLMEX a partir de INEGI, Estadísticas vitales. 1° Edición, 2011.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Para crear ambientes laborales y educativos no sexistas: no más impunidad ante el acoso y hostigamiento sexual (Parte 2)

El acoso sexual es una conducta no deseada de naturaleza sexual,
en el lugar de trabajo,
que hace que la persona se sienta ofendida, humillada y/o intimidada.
Es un término relativamente reciente que describe un problema antiguo.

OIT,  2014




Las conductas que pueden constituir acoso y hostigamiento sexual en el ámbito laboral o educativo, pueden ser: burlas, bromas comentarios o preguntas incomodas con connotación lasciva o sobre su vida sexual; los piropos o comentarios no deseados acerca de su apariencia;  las miradas morbosas o gestos sugestivos que molesten; las llamadas telefónicas o mensajes por correo electrónico de naturaleza sexual no deseada a través de medios oficiales; el contacto físico innecesario y no deseado, como roces y caricias; las imágenes de naturaleza sexual que incomoden, tales como carteles, calendarios, pantallas de computadora, de celulares, etc.; supeditar cualquier calificación a cambio de favores o relaciones sexuales; presiones para aceptar invitaciones a encuentros o citas no deseadas fuera del centro escolar u oficina; amenazas diversas que afecten negativamente su situación escolar o laboral, generadas por no aceptar invitaciones o propuestas sexuales; conductas que ejerzan presión para tener relaciones sexuales.


Las mujeres, que son las que mayor violencia, acoso y hostigamiento sexual, reciben en sus espacios laborales y escolares, tienen toda la razón en promover cambios de fondo, para defender su derecho a un trabajo remunerado donde lo que prevalezca en el en ambiente laboral sea el profesionalismo, la colaboración, la confianza y el respeto a los derechos humanos. El trabajo debe ser un espacio generador de igualdad y libre de violencia hacia las mujeres.


Es importante señalar, que algunas instituciones, organizaciones y negocios, violentan constantemente la ley, pues hacen del sexismo su forma cotidiana de “vender un producto”, colocando a las empleadas en ambientes hostiles y miserables:


Tomemos como ejemplo el caso del ambiente laboral que se vive en la cocina de una conocida franquicia de restaurantes, que sólo contrata jóvenes menores de 30 años, generalmente colocando a las mujeres en la cocina, a los hombres en el bar y como jefes y chefs. En un testimonio de una de sus empleadas, nos comenta que en este restaurante los trabajadores varones se refieren a sus compañeras como “bonita”, “muñequita”, “mamacita”, “pequeña” y otros nombres supuestamente cariñosos que las cosifican, en lugar de llamarlas por sus nombres o con un simple “compañera”, lo cual denotaría una relación de respeto e igualdad dentro del espacio laboral. Afortunadamente no nos piden ir de falda, -todos usan pantalón, playera, cofia y botas- nos dice, porque a lo largo de la jornada, las empleadas  sufrimos  diversas clases de contacto físico no deseado de índole sexual por parte de nuestros compañeros. Ellos lo ven como si fueran las conductas “normales” de un hombre, dentro las actividades laborales, por ejemplo: tomarlas de la cintura para moverlas hacia un lado, en lugar de pedirles permiso para pasar, cargarlas por diversión para mostrar su fuerza; abrazarlas o tomarlas de los hombros sin su consentimiento; frotar su cuerpo al pasar detrás de ellas, etc.


Otra práctica común de los varones que trabajan aquí, nos dice nuestra informante, es la de “acorralar” a las compañeras que van solas a la bodega o a la cámara de refrigeración de alimentos, para hacerles insinuaciones de índole sexual, “hacerse los enamorados”, esta conducta declaradamente amenazante para las mujeres, para ellos es un flirteo cotidiano, un coqueteo o un juego, que festejan con risas, entre ellos. El gerente, también participa de la construcción de este ambiente de acoso hacia las mujeres, bien sea por colaboración directa o por omisión.


Estas prácticas de violencia, entre otras, mantienen a las trabajadoras en una situación de alerta constante, pues representan una amenaza real para su salud, integridad, dignidad y seguridad. Mientras que un hombre que trabaja en esta cocina tiene que preocuparse únicamente por realizar sus actividades laborales, las mujeres tienen que preocuparse también por su seguridad dentro del espacio de trabajo y por diseñar estrategias, para protegerse entre ellas, de las posibles agresiones de sus compañeros. Una medida puntual, por ejemplo, nos dice nuestra informante, es el evitar ir solas a la bodega o a otros espacios aislados, y estar al pendiente de que las compañeras que fueron solas, regresen pronto.


El velar constantemente por su seguridad y enfrentar diversas situaciones de acoso y hostigamiento a lo largo del día, le genera a las trabajadoras complicaciones específicas durante el desempeño de su trabajo a lo largo de la jornada, incrementa la situación de estrés que viven cotidianamente, limita sus libertades de acción y merma sus derechos laborales, colocándolas así en una situación de discriminación por razones de género y de desigualdad en sus condiciones laborales.


Muchas de estas conductas son invisibilizadas debido a que se consideran como parte “normal” de la socialización entre hombres y mujeres. Sin embargo, la diferencia fundamental que existe entre el “coqueteo” y las acciones de hostigamiento sexual es que éstas últimas son impuestas a la persona que las recibe, dentro de una relación de desigualdad y le resultan indeseadas y desagradables. No debe confundirse por lo tanto con una relación amistosa o de mutuo acuerdo.


El acoso y hostigamiento sexual acarrean serios problemas y sufrimiento para las víctimas, afectan su salud, su integridad y su dignidad, además de enfrentarlas con el riesgo de perder su trabajo lo cual afecta también su carrera laboral y su seguridad financiera, así como la de sus familias. Estas formas de violencia afectan a la sociedad en su conjunto al favorecer que las condiciones de discriminación permanezcan en el ámbito laboral, excluyendo así a las mujeres de una realización profesional plena y de un goce efectivo de sus derechos laborales y de sus derechos humanos, y con ello de una mejor calidad de vida.


De allí la importancia de lograr espacios laborales seguros para las mujeres y ambientes laborales sanos, que no pongan en riesgo a sus trabajadoras ni violen sus derechos. Para ello, es importante detectar cómo andan las instituciones al respecto, contar con instrumentos y protocolos para enfrentar y sancionar los casos que se presenten y sobre todo trabajar en la prevención de estas conductas en forma permanente, incluyendo para ello talleres y capacitación dirigidos especialmente a cambiar las conductas machistas de los empleados varones, promoviendo nuevas masculinidades.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Para crear ambientes laborales y educativos no sexistas: no más impunidad ante el acoso y hostigamiento sexual (parte I)


El acoso sexual es una conducta no deseada de naturaleza sexual,
en el lugar de trabajo,
que hace que la persona se sienta ofendida, humillada y/o intimidada.
Es un término relativamente reciente que describe un problema antiguo.

OIT,  2014




Las mujeres siempre han sido partícipes de la vida productiva. Participaron calladamente en la Revolución Industrial, planteada como uno de los mayores logros de la humanidad para aumentar la productividad y las manufacturas a niveles nunca vistos.


Fueron las feministas del siglo XIX, las pioneras y visionarias que detectaron y denunciaron la desigualdad y el acoso sexual en los ambientes laborales. Exigieron igualdad salarial, prestaciones  a la salud reproductiva e igualdad de oportunidades para desarrollarse en las empresas. La resistencia de patrones y líderes sindicales, para generar espacios laborales libres de acoso hacia las mujeres, ha durado mucho tiempo y aunque han sido muchas las luchas y protestas de las mujeres, los avances son pocos.


            En México y desde luego en San Luis Potosí, prevalece el sexismo para organizar los ambientes laborales, desde la selección de personal para realizar ciertas tareas, hasta las promociones a puestos intermedios y altos, las mujeres son desplazadas a las tareas domésticas o de cuidado y los hombres a las tareas de toma de decisiones y de mando. Estas estructuras patriarcales van más allá, cuando los jefes o directivos, o los compañeros de trabajo,  sexualizan permanentemente el ambiente de trabajo, en formas organizativas, visuales, verbales, que ofenden a las mujeres en formas encubiertas o abiertamente hostiles. El sexismo también es asumido por jefas o compañeras como una mala forma de competencia y dominio sobre otras mujeres.


La naturalización de estas prácticas es tal, que ha creado ya figuras conocidas. No es raro que un funcionario sindical del SNTE  crea que tiene derechos sexuales sobre las maestras de nuevo ingreso o que  a un gerente de una tienda departamental,  nada le impida pedir a su colega  ejecutiva que le prepare café o acosar sexualmente a las empleadas en los espacios apartados a la vista del público.


Los jefes acosadores, son tradicionalmente abusivos con sus secretarias, a quienes les solicitan actos indebidos de tipo sexual dentro o fuera de su jornada laboral, bajo la amenaza de despido, si se niegan.
La figura del maestro acosador de jóvenes alumnas, tiene muchas historias de sufrimiento y ningún protocolo activo aún, para erradicar esas prácticas en las instituciones educativas.


Por ello, es importante cambiar un conjunto de creencias que naturalizan la violencia, el hostigamiento y el acoso hacia las mujeres en los espacios de trabajo. Para actuar, lo primero es entrar a los conceptos e instrumentos que ya figuran este tipo de prácticas, entre ellas: la OIT Organización Internacional del Trabajo, La ley para la Igualdad entre mujeres y hombres, la Ley para el Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, la Ley Federal del Trabajo, así como la legislación estatal respectiva. Esta revisión, debe hacerse con perspectiva de género, por las unidades de género de las dependencias, para aprender a ver las formas en que se avanza en la tipificación de prácticas de acoso laboral y sexual y las estrategias para avanzar en su prevención y erradicación de estos actos.


Los conceptos e instrumentos que hay en México presentan aún mucha controversia  conceptual, que requiere capacidad de síntesis y estrategias de difusión, adaptadas a diferentes públicos. Sin embargo tenemos grandes coincidencias, por ejemplo:


Se identifica que las conductas de hostigamiento sexual en el ámbito laboral y escolar, pueden ser muy diversas pero tienen como base común la discriminación sexual de connotación lasciva que se ejerce por alguien que tiene algún poder sobre el otro.


La Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (en el artículo 13) hace una distinción entre hostigamiento sexual y acoso, según el poder y puesto del agresor:


ARTÍCULO 13.- El hostigamiento sexual es el ejercicio del poder, en una relación de subordinación real de la víctima frente al agresor en los ámbitos laboral y/o escolar. Se expresa en conductas verbales, físicas o ambas, relacionadas con la sexualidad de connotación lasciva.


El acoso sexual es una forma de violencia en la que, si bien no existe la subordinación, hay un ejercicio abusivo de poder que conlleva a un estado de indefensión y de riesgo para la víctima, independientemente de que se realice en uno o varios eventos.


El hostigamiento y el acoso sexual se presentan principalmente como un chantaje hacia la víctima o como un ambiente laboral hostil. En el primer caso, se ejerce presión sobre la víctima para que acepte los comportamientos sexuales inapropiados a cambio de beneficios en su entorno laboral. En el segundo caso se permiten en el lugar de trabajo ciertos comportamientos que generan situaciones de intimidación y humillación hacia las víctimas.


Los estudios han mostrado que las principales víctimas del acoso y el hostigamiento sexual son las mujeres, esto debido a la discriminación de género y al grave problema de la violencia contra las mujeres que se presenta en todos los ámbitos sociales y bajo diferentes modalidades, siendo el acoso y el hostigamiento sexual parte de esa violencia. Por ejemplo, en el caso de San Luis Potosí, un estudio realizado por el Instituto de las Mujeres de San Luis Potosí en el año 2010 identificó que las principales víctimas del acoso sexual en esta entidad son mujeres entre los 28 y 50 años de edad, mientras que los agresores son en su gran mayoría hombres de entre 35 y 50 años de edad en posiciones de dirección o de jefatura con respecto a las víctimas.


Lo que ha permanecido por centurias es la impunidad frente a estos actos, por ello, estaremos aportando en esta columna, ejemplos y estudios de casos que permitan a los lectores saber más al respecto.