jueves, 17 de septiembre de 2015

El caso Évelin y la vulnerabilidad de las niñas en México

 La violencia en México es un factor determinante de la deserción escolar e incluso,
 una causa importante de muertes infantiles.
Miles de niños, niñas y adolescentes en México,
crecen en un contexto de violencia cotidiana que deja secuelas profundas
 e incluso termina cada año con la vida de centenares de ellos.
Gran parte de esta violencia, que incluye violencia física, sexual, psicológica,
discriminación y abandono, permanece oculta y en ocasiones,
es aprobada socialmente.

UNICEF, 2015. 




 



Apenas el  25 de agosto en San Luis Potosí fue hospitalizada en urgencias del Hospital Central una bebé de 2 años, con múltiples lesiones que le causaron su madre y su padrastro, quienes tuvieron que reconocer que ambos golpearon a la niña porque no dejaba de llorar.  El primero de septiembre de este año,  en esta misma ciudad, falleció la niña Evelyn de 7 años de edad, ahogada en el aljibe de su casa. Las investigaciones que han seguido a su muerte han evidenciado que no fue un accidente, sino que fueron su padre y su madre quienes la arrojaron al aljibe con la intención de asesinarla, lo mismo intentaron hacer a sus otras dos hijas pequeñas, pero finalmente no lo consumaron. El cuerpo de la pequeña Evelyn mostraba las huellas del abuso sexual que su padre cometió sobre ella.  Las notas de la prensa informan que la pareja estaba en medio de la disolución de su matrimonio y que por ello acordaron asesinar a sus hijas, ahogándolas en el aljibe, para evitar los problemas e inconvenientes que les causaría pelear por su custodia y porque la madre no quería que siguieran bajo el cuidado de los abuelos paternos.


Estos hechos terribles, generan preguntas de fondo, evidencian los alcances de la violencia y maltrato a la infancia, pero también hay que dejarlo claro, muestran conductas e ideologías que perciben a las niñas como desechables y objeto de desprecio por ser mujeres. Hacer visible la violencia de género hacia las niñas es todo un reto en contextos donde se naturaliza la violencia hacia las mujeres. Hay que decir que si hubo voces para reflexionar sobre esta tragedia. Diversos representantes civiles y eclesiásticos locales, lo han abordado en formas aisladas y simplistas, refiriéndose principalmente a lo que llaman la pérdida de valores humanos fundamentales en nuestra sociedad y reclamando a la madre su complicidad. Sin embargo, no hemos visto el uso de un enfoque desde la perspectiva de género para reflexionar sobre el caso. Hacerlo es importante, para poner la atención en cómo las niñas se encuentran en una situación especialmente vulnerable, en una sociedad ya de por sí violenta con los niños.


De acuerdo con un estudio sobre feminicidio en México realizado por ONU Mujeres, basado en estadísticas vitales de mortalidad del INEGI,  durante el periodo de 2005 a 2009 fue posible identificar un alto índice de asesinatos de niñas en el país: el 5.8% de las defunciones femeninas con presunción de homicidio corresponden a niñas de menos de cinco años, en contraste con un 0.83% de niños (varones) del mismo grupo de edad. Dentro del mismo periodo el estudio indica que el 17.2% de este tipo de defunciones corresponden a niñas menores de 18 años. Como un agravante a estos ya de por si alarmantes datos, el mismo estudio señala que la violencia familiar es la causa de los infanticidios en el 21.4% de los casos que implican a niñas menores de cinco años y el 19.45% en los casos de niñas menores de un año. Las lesiones letales se producen en la vivienda en el 40.2% de los casos de menores de un año y 44.9% en los casos de menores de cinco años.
El hogar aparece así como un lugar donde les pasan muchos “accidentes” a las niñas, como un escenario peligroso, como lugar de tortura, de abuso e incluso de muerte para las pequeñas. En los medios de comunicación podemos constantemente enterarnos de noticias acerca de niñas que han sufrido actos terribles de violencia y en gran parte de los casos los agresores son sus propios familiares: padres, madres, tíos, hermanos, abuelos. Las búsquedas en internet sobre “niñas asesinadas”, tan solo en google México, llegan a casi 260 mil resultados en 0.36 segundos. Existen además una gran cantidad de casos no registrados, por considerarlos accidentes domésticos.


Es aún muy inicial la práctica de levantar datos cuidadosos y cumplir protocolos médicos para intervenir acertada y rápidamente en los casos de niños y niñas que llegan a los hospitales con huellas de maltrato. Lo cierto es que la realidad se impone, personal médico y de trabajo social, han reconocido un aumento alarmante de casos y niveles de maltrato a la niñez en San Luis Potosí. La alerta de las autoridades tendrá que ir acompañada de un conjunto de acciones y también de capacitación para que quienes detectan los casos de maltrato, puedan aplicar la perspectiva de género para advertir los factores ideológicos y culturales que están amenazando la vida y la integridad de las niñas.


Cuando las niñas y adolescentes entablan relaciones de noviazgo y de pareja, su situación no es mejor. Datos recientes  de INEGI señalan que en nuestro país, el 56% de las mujeres de 15 a 19 años que viven en pareja han sufrido al menos un incidente de violencia en los últimos 12 meses. 


            El cuidado comunitario de nuestras niñas, es importantísimo para evitar sufrimientos y salvar vidas. Me refiero desde luego a la acción ciudadana, alerta y decidida, para  impedir que los actos de misoginia y maltrato de niñas se repitan o queden impunes en nuestra sociedad, pero también me refiero a las acciones que transformen la vulnerabilidad de las niñas, a las políticas que se propongan empoderarlas, impedir que deserten de la escuela o que se les deje fuera del desarrollo y de las oportunidades, por ser niñas. Asimismo una buena respuesta de protección de la infancia y de las niñas, promovería acciones preventivas, que orienten a las familias, servidores públicos, medios de comunicación y docentes, para promover  la equidad de género en el seno familiar.  No es aceptable en modo alguno que se siga naturalizando la violencia de género en cualquiera de sus formas, en las instituciones, las escuelas y en los hogares.


            El caso de Evelyn, nos muestra los vacíos y vulnerabilidades de la política pública para prevenir la violencia de género. Ya que nadie pudo ayudar a Evelyn y a sus hermanitas, cuando su madre presentó una queja por violencia intrafamiliar, dos años antes de la tragedia;  nadie apoyó a tiempo a los abuelos que ya percibían el peligro en que se encontraban las niñas. Al parecer,  los servidores públicos que tuvieron contacto con la madre y los abuelos, no vieron nunca los avisos de un padre agresor dispuesto a ejercer la violencia extrema, sexual y  feminicida en contra de sus pequeñas hijas, menos aún podrían entender la complicidad o la omisión de una madre inserta en el círculo de la violencia. Lo que nos deja dolor y desesperanza (en el sentido de desesperación y falta y de esperanza), es la oscura certeza de que actos así, podrían repetirse, ante  la falta de sensibilidad y de profesionalismo de ministeriales, trabajadores sociales, docentes, vecinos y otras autoridades, acostumbrados a la pasividad burocrática, a naturalizar la violencia de género, o a ver como normales “los accidentes” de las niñas.


Requerimos, por tanto,  funcionarios y personal que se proponga acrecentar o adquirir capacidades para ver y aplicar las mejores formas de intervenir bien y a tiempo, para garantizar que niñas como Évelyn, no pierdan su vida y que en general, se tomen muy en serio su trabajo para garantizar el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia. 


[2] Feminicidio en México. Aproximación, tendencias y cambios: 1985-2009. ONU Mujeres; Comisión Especial para el Seguimiento de los Feminicidios, Cámara de Diputados, LXI Legislatura, INMUJERES y El COLMEX a partir de INEGI, Estadísticas vitales. 1° Edición, 2011.

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