jueves, 30 de julio de 2015

Hacia donde encaminar los pasos en la educación: nos va el futuro en ello


" ¿Volvemos a los orígenes para recuperar utopías porque quizá no sabemos hacia donde encaminar los pasos".
Francisco Imbernón, 2002.[i]

En lo que va el presente sexenio, hemos escuchado y presenciado una retórica reformista sin contenidos claros. Hemos visto acciones que parecen tocar poderes sindicales, pero solo para orientarlos a los propios intereses político-electorales.


Hemos visto la radicalización de los viejos disidentes, manteniendo las viejas prácticas, sin nuevas propuestas que aportar. También se observa un deterioro sin precedentes en los más de noventa años de la Secretaría de Educación Pública, especialmente en sus secretarios, que anteponen la filiación  partidaria a cualquier otro interés educativo auténtico.


            En las últimas dos décadas, vemos que las reformas educativas, van y vienen, sin satisfacer a nadie. Se trata de un panorama complejo en donde por un lado, intervienen fuerzas a favor de reformas más neoliberales y por otra, grupos que se resisten a cualquier cambio y que mantienen discursos ideológico-políticos de los años setentas y ochentas. Se trata de una tensión de fuerzas, sorda, paralizante, en donde se han agotado no solo el diálogo y  la negociación, sino también la imaginación pedagógica.


            Nos preguntamos cómo fue que hemos perdido la fe en el poder de la educación para mejorar el mundo. Cómo hemos construido este caos, cómo nos hemos acostumbrado a él, cómo llevamos esta desilusión y poca fe en la efectividad de generar contrapesos, o nuevas utopías educativas.


Francisco Imbernón (2002) afirmaba que esta perspectiva de desesperanza y parálisis proviene de la mirada superficial y de corto plazo de lo que sucede en el sistema educativo. Una mirada obsesionada en lo inmediato, pero carente de profundidad y de amplitud para analizar el problema. Este mismo autor sugiere que somos invadidos por un tecnicismo neoliberal enmascarado con argumentos posmodernos, en donde no hay compromiso político con el futuro democrático y las escuelas son dominadas por una racionalidad burocrática.  Esto quiere decir que aunque se hable de reforma educativa, no se observan los cambios y las acciones. Se avanza más en las ideas, que  en las prácticas.


“Se trata, una vez más, de la mayor de las perversiones: apropiarse de la palabra, de la idea, pero sin que se traduzca en acción.[…] E incluso el pensamiento alternativo educativo muestra, a finales de siglo, algunos signos de estancamiento, debilidad y repetición”(Imbernón, 2002).


En México, hemos visto en el actual sexenio, que a falta de una reforma educativa clara y con propuesta pedagógica de avanzada, vemos a los maestros repetir los tecnicismos que le han hecho llegar, maquillados como tecnicismos posmodernos, en formas irreflexivas y sin valorar los contextos de los niños. Cuando les preguntamos a los colegas maestros de la reforma educativa, la identifican con el uso de competencias y de “portafolios” o  rúbricas, pero sobretodo saben que trae muchas formas de evaluación.


            No obstante, hay que recordar que en otros momentos de crisis, han surgido grandes propuestas pedagógicas, como lo fue la Educación Nueva  de principios del siglo XX, que fue toda una revolución epistemológica respecto a concepciones del desarrollo de los niños, al colocarlos como el eje de la educación pública. Esa reforma vino a modificar formas autoritarias que surgieron en los contextos de militarismo y colonialismo en el mundo y que se expresaban también en las formas de educar.


Ahora debemos pensar con mayor amplitud y alcance en los fines educativos, la educación no puede ser resultado de las reformas centralizadas que se le ocurran a un secretario de educación, sino que deben escuchar las demandas de la sociedad y ser reformas transparentes desde su origen. La actual reforma da muestras de falta de consensos sociales y el mismo magisterio no entiende a donde quieren llevar la educación. La obsesión evaluadora no puede ser el único contenido de una reforma nacional para mejorar la profesionalización del magisterio, por ejemplo.


Por otro lado, ha sido en los momentos de oscuridad, cuando surgen las utopías de activistas y pedagogos, que también tienen y seguirán teniendo lugar en nuestro país, aunque son poco conocidas porque no son de interés de los medios de comunicación.  No obstante no dejan de ser pequeñas islas en un país de  dimensiones educativas como el nuestro. Por ello, los grupos y asociaciones ciudadanas clamando por una mejor educación, ocuparán un lugar importante en el futuro inmediato. Serán estos colectivos los que pueden formar comunidades de aprendizaje que cuiden y defiendan la educación pública como una de nuestras mejores apuestas de futuro. La pregunta es si podrá el actual régimen con las iniciativas de los ciudadanos -aliados con profesionales de la educación- para emprender nuevas formas de educar. Estamos frente a un nuevo escenario que demanda menos Estado y más acciones y acuerdos ciudadanos para reencaminar la educación.


Así, cabe  pensar en el futuro como una tarea indispensable para ampliar la mirada ciudadana y los alcances de las políticas públicas para la educación.  Para cerrar, retomamos las palabras de Paulo Freire:


“Cuando la educación ya no es utópica, es decir, cuando ya no encarna la unidad dramática de la denuncia y la anunciación, o bien el futuro ya no significa nada para los hombres o éstos tienen miedo de arriesgarse a vivir el futuro como superación creativa del presente, que ya ha envejecido.[…] La esperanza utópica es un compromiso lleno de riesgo.” (Paulo Freire , 1997)



[i] Francisco Imbernon, (Coord).” Amplitud y profundidad de la mirada. La educación ayer, hoy y mañana”, en La educación en el siglo XXI. Los retos del futuro inmediato, GRAO, Barcelona, España, 2002. 








jueves, 23 de julio de 2015

Rechazados: tensiones y ruidos sobre el acceso a la educación superior



" En una escuela que tensiona por la equidad, la evaluación como dispositivo diferenciador, hace ruido en algún lugar".
Javier Bonilla, 2003





La población potosina tiene una escolaridad promedio de 8.3 años que equivale al segundo grado de secundaria. Por cada cien potosinos mayores de 15 años, sólo 17 logran terminar la preparatoria.[i] Quizá por ello la noticia de los miles de rechazados para ingresar a la educación superior en la universidad pública, nos parece un rechazo más amplio, un desperdicio de energías y de oportunidades no solo para los jóvenes que no fueron seleccionados, sino para el desarrollo y la mejora de este estado.


San Luis Potosí, también tiene un nada honroso lugar entre los 9 estados con mayor índice de emigración y un octavo lugar de rezago social respecto del contexto nacional, para 2010.[ii] Hoy más que nunca se hace evidente que los jóvenes pueden pasar por largos procesos de inestabilidad, desempleo y que la falta de estudios superiores sigue siendo un factor adicional de desigualdad.


Las universidades pueden ser vistas como uno de  los caminos más éticos de la movilidad social y laboral, pero también resulta una estación fantasma, de refugio o de espera, frente a las incertidumbres del mundo del trabajo. Pero con todo, peor aún resulta para miles de jóvenes, no tener siquiera posibilidades de acceso a la institución pública que brinda educación superior.


Por ello, por más sofisticada y certificada que sea una prueba de selección de jóvenes para ingresar a los estudios superiores, no resulta equitativa. Generalmente son instrumentos que no se interesan por indagar sobre la diversidad de contextos sociales, económicos y culturales de los aspirantes, no generan igualación social en los momentos que más se requiere.


Para empezar, sabemos que muchos de los jóvenes proceden de escuelas con calidades diversas, pero que muy pocos, generalmente  los de clase media urbana, los que proceden de ciertas preparatorias públicas y privadas, tuvieron la fortuna de contar con maestros a lo largo del año, libros de consulta, acceso a internet, asesorías personalizadas, bibliotecas equipadas, deportes en áreas adecuadas y clases permanentes de inglés, talleres de arte, entre otros aspectos. Mientras que otros, tuvieron maestros improvisados y faltistas, así como espacios mal equipados, falta de conectividad, canchas insuficientes, ausencia de laboratorios o bibliotecas, escuelas donde la mala organización se suma a la pobreza, a la discriminación, al sexismo y ciertos tipos de violencia cotidiana dentro y fuera de las aulas, generando una formación incompleta, pobre y pesimista en los jóvenes acerca de su futuro.


Frente a esa desigualdad que  duele ¿qué tanta equidad puede aportar un riguroso proceso de selección? Podríamos afirmar que muy poca y peor aún, puede oscurecer o pretender maquillar la realidad de fondo al reducir los resultados a las características y habilidades individuales de los aspirantes.


Las evaluaciones en la educación que pretenden una racionalidad técnica sin considerar las desigualdades contextuales, se convierten en un fetiche, en tanto que la imagen que ofrecen de los resultados de un examen se leen como si fueran la realidad misma. Mientras que el examen no puede medir tanto, sino solo algunos aspectos y conocimientos.


Las narrativas derivadas de una fetichización de los resultados de un examen pueden llevar a una lógica simplista, a responsabilizar a los jóvenes de las fallas del sistema, a afirmar que el problema es sólo de cobertura y de presupuesto; a estrategias de  apertura de más carreras ligadas a las necesidades de la industria recién llegada a la ciudad o a que los rechazados tomen los caminos de la educación privada, al sugerir a los padres de familia que toca a ellos responsabilizarse por las fallas de sus hijos.


Esta lógica de aparente sentido común, lleva  a cometer errores importantes,  más que a enfrentar los límites de un examen, se pretende convertirlo en una foto de la realidad y se piensa en formas totales desde  la lógica del capital, un camino por el que se pierde  a menudo el sentido mismo de la educación pública.


En un estado donde tenemos grandes desafíos educativos, -pues estamos por abajo del nivel nacional-, los jóvenes que desean estudiar, deberían ser la punta de lanza del cambio, tener mayores oportunidades y políticas afirmativas para lograrlo. Hay muchos ruidos y voces que expresan preocupación porque perciben a este grupo poblacional, como  el que está en la línea de espera para hacer algo que los define  y nos define.  Están en la disyuntiva de ingresar a la universidad o migrar, o de insertarse en actividades informales de diversa e inesperada índole.


Las políticas públicas deberían ser más sensibles a las diferencias y a las vulnerabilidades que afectan a los y las jóvenes. El acceso universal a la educación superior no es un derecho establecido y garantizado para los jóvenes mexicanos, como de algún modo lo es en los países desarrollados, pero sin duda convendría luchar por ello, como mecanismo de defensa, como la base más firme y democrática que podemos ofrecerles, para enfrentar los tiempos de incertidumbre que vivimos.



La educación para todos, sigue siendo una de las mejores plataformas del ser humano, no solo se trata de preparar trabajadores para cuestiones prácticas de la producción como sugieren ciertas agrupaciones empresariales, sino que es la oportunidad de los jóvenes para aprender tanto de lo concreto (como la adaptabilidad al mundo del trabajo) como  otros  aprendizajes, como la reflexividad, la autonomía, la libertad, la justicia y la solidaridad, así como el disfrute del arte y la belleza y a la comprensión consciente de los retos civilizatorios y de sustentabilidad que tenemos en el planeta.



[i] FUENTE: INEGI. Características educativas de la población/Grado promedio de escolaridad de la población de 15 años y más por entidad federativa según sexo, 2000, 2005 y 2010.
[ii] El Índice de Rezago Social es una medida ponderada que resume cuatro indicadores de carencias sociales (educación, salud, servicios básicos y espacios en la vivienda)es una forma de indagar los componentes de la pobreza incluyendo más indicadores.

jueves, 16 de julio de 2015

La irrefrenable feminización de la docencia, un proceso marcado por la desigualdad de acceso al poder

"Afortunadamente siguen siendo hombres y mujeres de carne y hueso quienes hacen la historia, aunque sea
en condiciones que ellos mismos no eligieron".
Julia Varela, 1997

Si reconocemos que la presencia de mujeres profesoras es mayoritaria en las escuelas, tanto en el nivel de preescolar como en el de primaria, debemos admitir que se trata, pues, de una profesión feminizada en la base de la pirámide de nuestro sistema educativo, hecho que exige abordar el estudio de los procesos escolares desde la perspectiva del género. La maestra es, y ha sido, después de la madre, quien más tiempo ha dedicado a conformar los hábitos y actitudes de los futuros ciudadanos y ciudadanas. La figura de la maestra es, pues, una referencia de análisis privilegiado para comprender el cambio histórico, social y político de nuestro país y lo que sucede actualmente en la educación.

Si bien ahora se reconoce que la educación básica es el espacio público en el cual se construye la infancia, es importante recordar que las maestras han ocupado un papel fundamental en la formación de la personalidad, costumbres y socialización temprana de las generaciones de ciudadanos del siglo pasado y en el presente.

La figura de las maestras mexicanas, siendo omnipresente en nuestras vidas ha sido ampliamente olvidada en las políticas públicas y educativas.

Los estudios demuestran que la enseñanza primaria en México pese a estar en manos básicamente femeninas sigue siendo sexista y que las maestras participan poco de las decisiones en el sistema educativo y en el poder sindical. Las maestras, como grupo, han tenido y tienen poco poder para generar cambios.

Podríamos afirmar que pese a que el magisterio tuvo una poderosa lideresa sindical, su presencia no modificó el orden de género marcado por la desigualdad, más bien fortaleció las creencias sexistas para organizar el trabajo en las escuelas, donde las maestras educan a los niños pequeños y los maestros tienden a hacer labores de mando y de acción político sindical. Hasta la fecha, las maestras difícilmente llegan a ocupar puestos en las secciones sindicales.

Esto que vemos, tiene una historia, pues el Estado mexicano masificó la escuela pública, con el trabajo femenino. Así, se favoreció el crecimiento de la instrucción pública a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Recordemos que fue en 1867 cuando se estableció la educación primaria como obligatoria para los niños y niñas de 7 a 12 años de edad, ello implicaba la incorporación de maestras para educar a las niñas como se hacía –en forma segregada- en la época. La incorporación creciente de mujeres al magisterio empezó asignando salarios de subsistencia y frágiles condiciones laborales para las mujeres[1]. Posteriormente ellas lucharon para cambiar su situación y lograron una igualdad de salarios en 1933, no obstante las diferencias de mantienen en otras formas, lo más notorio es el desigual acceso al poder y la toma de decisiones.

Esta historia ha sido poco conocida porque se ha ocultado bajo argumentos sexistas y estereotipados como el de que las mujeres poseen de manera natural la disposición para el cuidado de los niños. Así, se ha pasado de largo frente al fenómeno de feminización de la profesión docente en nuestro país, pero, hay que reconocerlo, es un fenómeno que se presenta en todo el mundo, incluso, en los países desarrollados esta tendencia a la feminización de la docencia se mantiene fuerte e irrefrenable, a pesar de que las mujeres tienen amplias oportunidades de explorar otras profesiones.

En el siguiente cuadro podemos ver datos de la  presencia de mujeres en el magisterio de educación básica en América latina en un momento de desarrollo de los proceso de feminización docente.


PARTICIPACIÓN FEMENINA EN LOS ESTAMENTOS DOCENTES
EN LOS DISTINTOS  NIVELES DE ENSEÑANZA
( porcentajes último año disponible)
País
Educación preescolar
Educación primaria
Educación secundaria
Educación superior
ARGENTINA
99 (1988)
91 (1988)
67 (1988)
35 (1987)
BOLIVIA
96 (1990)
57 (1990)
49 (1990)
-
BRASIL
98 (1980)
85 (1980)
53 (1980)
38 (1991)
CHILE
89 (1989)
73 (1991)
51 (1989)
22 (1989)
COLOMBIA
96 (1986)
76 (1986)
44 (1986)
24 (1989)
COSTA RICA
97 (1991)
80  (1991)
54 (1991)
34 (1991)
CUBA
88 (1989)
78 (1991)
47 (1991)
44 (1990)
ECUADOR
95 (1988
65 (1988)
42 (1988)
18 (1988)
EL SALVADOR
95 (1988)
68 (1991)
31 (1988)
26 (1990)
GUATEMALA
93 (1987)
62 (1987)
38(1987)
19 (1987)
HONDURAS
100 (1991)
74 (1991)
-
29 (1989)
MÉXICO
100 (1991)
62 (1975)
33(1975)
-
NICARAGUA
99 (1992)
85 (1992)
57 (1992)
36 (1992)
PANAMA
100 (1989)
63 (1983)
54 (1989)
34 (1986)
PARAGUAY
-
-
-
15 (1987)
PERU
99 (1985)
60 (1985)
46(1983)
22 (1987)
R.DOMINICANA
-
66 (1987)
48 (1987)
28 (1987)
URUGUAY
-
-
-
34 (1986)
VENEZUELA
99 (1991)
74 (1991)
52 (1991)
37 (1989)

Fuente: FLACSO Chile. Base de datos. Mujeres Latinoamericanas en cifras, Santiago 1994. UNESCO Anuario estadístico 1993.

Según los datos para nuestro país, en los años noventa, el nivel de preescolar era de casi un 100 % de mujeres. En el nivel primario representaban dos tercios o más del total. En secundaria eran casi un 50 % y en el nivel superior se reducían a un tercio del total. No obstante son procesos complejos pues: “La composición por sexo del estamento docente no parece guardar relación con la cobertura del nivel; eventualmente se vincula mayormente con las características de los procesos de formación y la valoración de la profesión docente”.[2]  
Por lo anterior, la generación de investigación básica sobre los procesos de feminización docente será muy importante para identificar aspectos de género en el diseño de políticas educativas, especialmente como apoyo a los programa de capacitación de profesores para favorecer acciones afirmativas y de equidad de género.  

En México tenemos una necesidad emergente de impulsar la reflexión y autovaloración de la participación de las mujeres en la educación, qué cuestione por qué las niñas tienen menos oportunidades de educarse, que eleve la participación consciente de las maestras para emprender en su profesión un mejoramiento integral de su trabajo docente y para que aporten nuevas formas de participación política, un campo que no han ejercido y que han delegado a los maestros. Serán reformas educativas de avanzada, las que reconozcan estos retos y las que potencien los aportes de estas silenciadas multitudes de mujeres, a favor de una educación de calidad, más democrática, equitativa y sustentable. 






[1] Es preciso aclarar que no es el único ramo laboral en que se impulsaba la participación femenina, en las comunicaciones telegráficas y telefónicas que eran sectores en expansión que requerían de fuertes inversiones del Estado también se favoreció la feminización del puesto por salir más barato. El impulso de la telegrafía para las mujeres funcionó por un tiempo en Alemania en Inglaterra, pero no así en España y México. Otros sectores tempranamente feminizados fueron los vinculados con la asistencia sanitaria, enfermería, obstetricia y farmacia., en los que las mujeres no eran reconocidas como facultativas sino como auxiliares.
[2] Teresa Valdés y Enrique Gomariz, Coords.  Mujeres Latinoamericanas En Cifras, Tomo comparativo. Ministerio de Asuntos Sociales de España y FLACSO Chile, 1995. p.112.

jueves, 9 de julio de 2015

El malestar y la impotencia de los docentes frente a las Reformas y las evaluaciones homogeneizadoras


"En el origen de los sistemas educativos universales, los docentes fueron percibidos como uno de los pilares de la construcción de la identidad nacional y rodeados, por ello, de un significativo prestigio social; en periodos posteriores fueron percibidos como profesionales técnicamente responsables de los resultados de aprendizaje de los alumnos y, en ese contexto, culpabilizados por el fracaso de la escuela o victimizados por el deterioro de las condiciones en las cuales desarrollan sus tareas".

Juan Carlos Tedesco, 2005.






En los últimos meses, hemos sido testigos de un fenómeno nuevo, en el que los maestros y maestras mexicanos expresan abiertamente su inconformidad, molestia y enojo, respecto a la actuación del gobierno sobre la evaluación del desempeño docente y en general su reforma educativa.  Estamos hablando de que no sólo los maestros que regularmente se manifiestan a través de la disidente Coordinadora de Trabajadores de la Educación, CNTE. Sino que emergen en diferentes secciones del país las voces inconformes, organizan mítines espontáneos, convocados desde las redes sociales, escolares y locales.


Lo cierto es que la Reforma educativa actual se ha concentrado en evaluar el desempeño de los maestros, y ha generado desconfianza, temor e incertidumbre, porque por primera vez, se anuncia el peso laboral de la evaluación, ya que si los maestros salen mal, al tercer resultado desfavorable, serán retirados de su empleo de profesores. En sus manifestaciones, los maestros llevan cartulinas que dicen que la reforma no es educativa sino laboral, no hay duda de que tienen razón.


Desde la década de los noventas, hemos vivido grandes cambios en la educación, por una parte por la inserción de nuevas tecnologías de la información que anunciaban nuevas vías de conocimiento en las escuelas y por otra por la imposición de sistemas y reglas neoliberales que impactaban en los contenidos y en las formas de contratación de los docentes en todo el mundo. Algunos tecnócratas llegaron a sugerir incluso que los maestros se convertirían en estorbos innecesarios.


Lo cierto es que la identidad docente está en crisis y no ha habido una reforma educativa capaz de ofrecer formas alternativas y efectivas para rearticular y afianzar la nueva identidad profesional de los docentes, en tiempos de globalización y de grandes desafíos para los proyectos educativos y culturales.


En las redes sociales, mediante las cuales los maestros intercambian opiniones y datos sobre los acontecimientos que les afectan, expresan dudas sobre su futuro, sobre las dificultades para sostener los logros laborales que conquistaron a lo largo del siglo XX. Por ejemplo, una maestra pregunta si mantendrán su seguro médico, si su jubilación continuará en los mismos términos, si sus ingresos frente a la diferenciación salarial serán suficientes, pero sobretodo se preguntan si conservarán su empleo.


Los procesos de evaluación de maestros, no son comprendidos aún por los docentes y por la sociedad, por ello los primeros no la aceptan y la sociedad –bajo el influjo de los medios- ve a los maestros que se resisten con poca solidaridad, porque se supone que los maestros no deben temer a los exámenes.


Lo visible es una desconfianza generalizada, en la que aparece por un lado, un gobierno que no logró convencer con una reforma educativa integral y mucho menos con sus estrategias para impulsarla. Así como una reforma que coloca el centro de sus acciones en evaluar a los docentes, sin convencer acerca de cómo la evaluación puede generar las nuevas identidades profesionales que se requieren para mejorar la calidad del desempeño de los maestros.


El investigador argentino Emilio Tenti, ya alertaba desde hace una década, que el oficio docente se estaba transformando, en formas tales que:


a)         La docencia ha sido una ocupación en desarrollo cuantitativo permanente, al ritmo de crecimiento  de la población, pero no de la economía o de otros aspectos políticos y sociales. Este crecimiento también ensanchó la burocracia administradora de la educación, que se ha convertido en un aparato enorme y pesado.


b)         El oficio de maestro es diverso y no homogéneo como se creía en el pasado. El cuerpo docente no sólo es más heterogéneo, sino que también adquiere grados crecientes de desigualdad de sus condiciones laborales. Hay una pérdida de estatus, reconocimiento y de posiciones en la estructura social. El deterioro de la profesión se aprecia en pérdidas no sólo del poder adquisitivo de sus salarios y empobrecimiento de los docentes, sino de pérdida del valor simbólico de la profesión ante la sociedad.


Asimismo Tenti afirma que debe comprenderse la molestia y resistencia de los maestros, que no necesariamente es oposición a los contenidos sino a las formas de llevar a cabo las reformas, así como a los retos de los contextos de su trabajo:


La distancia considerable entre el modo tradicional de hacer el trabajo y el que requieren las actuales circunstancias tecnológicas, sociales y políticas puede explicar una difusa actitud defensiva y de sospecha, y el rechazo automático ante cualquier propuesta de innovación. Podría decirse que en muchos casos, esta actitud no debe interpretarse como una oposición lisa y llana al contenido de las reformas, sino al contexto (escasez de tiempo y recursos) y al modo de llevarlas a cabo (percepción de escasa consulta y participación, defectos en la capacitación, etcétera). (Tenti, 2005:23)

Los maestros siguen siendo una pieza importante para favorecer los nuevos saberes, valores y actitudes que requiere la sociedad actual.


Una inserción más ventajosa en el sistema económico mundial requiere de nuevos perfiles e identidades de los maestros. Lo cierto es que la estrategia del gobierno no ha sido exitosa para generar una reforma que garantice las transformaciones esperadas en los maestros, se está haciendo sin consensos, con procedimientos autoritarios y amenazas más que con el diálogo y la negociación, centralizando más que descentralizando; criminalizando a los maestros que ejercen su derecho a manifestarse; sosteniendo el pesado poder sindical tradicional que se caracteriza por su desinterés por la calidad educativa y por su voracidad para acceder a curules y puestos políticos.


Se trata de un contexto de crisis para conducir por buen camino a ese “pesado elefante reumático y artrítico” que es la Secretaría de Educación, como afirmaba Reyes Heroles cuando fue secretario de la misma. Ya llevamos un rato esperando que pongan al frente de la SEP a  líderes intelectuales a la altura de las circunstancias, capaces de conocer y comprender  los alcances de la transformación educativa.


Cuando menos deberíamos exigir que ofrezcan alguna coherencia en lo que piden a los maestros, pues actualmente se les pide habilidades para integrar conocimientos nuevos, trabajar colegiadamente en consejos, atender a la diversidad y favorecer nuevas formas de convivencia, prevenir la violencia;  realizar proyectos institucionales para obtener recursos económicos para cuestiones básicas de infraestructura de las escuelas; conocer múltiples formas de evaluación y aplicarlas en su trabajo como herramientas pedagógicas; generar evidencias de los logros de aprendizaje de los niños a lo largo del año para mostrarlas cuando lo evalúen en el aula; actualizarse en software y habilidades digitales en forma permanente; estar conectados y enterados para usar recursos de este tipo en la enseñanza como lo indican los libros, así como para estar disponibles ante las autoridades centrales.


En realidad  los maestros rurales e indígenas, así como los que se ubican en contextos de pobreza -sean de naturaleza rural o urbana-, serán los mayormente afectados para cumplir los nuevos perfiles. Pues en estos contextos, no hay ni las condiciones básicas para la enseñanza, son escuelas pobres, que demandan otras políticas públicas, por lo que la imposición de prácticas educativas homogéneas, pueden generar enfado, insatisfacción y falta de cohesión entre los maestros.


  Para cerrar, recuperamos una cita de Carlos Ornelas, que enuncia otros aspectos éticos y prácticas deseables del trabajo de los maestros que se siguen demandando por la sociedad:}


El reconocimiento social al quehacer de los maestros sólo sucederá, si a cambio de su disposición gremialista asumen actitudes de apertura y comprensión a muchos otros profesionales que se ocupan de la educación y demuestran con hechos que su ética de trabajo se reproduce en el salón de clases (los valores y actitudes se enseñan mejor con el ejemplo que con la prédica): siendo puntuales, cumplidos, honestos y diligentes.[…] estas cualidades y su ejercicio cotidiano son indispensables para  formar esa ética del trabajo que tanto reclama el país. (Ornelas, 1995  :334)



Referencias bibliográficas:
Tenti Fanfani, Emilio, La condición docente. Análisis comparado de la Argentina, Brasil, Perú y Uruguay, IIEP, UNESCO, Siglo XXI, Argentina, 2005.
Ornelas, Carlos, El sistema educativo mexicano. La transición de fin de siglo, Fondo de Cultura Económica, CIDE, México, 1995 (1ª, ed.), 2000.