miércoles, 29 de octubre de 2014

Los normalistas rurales y la conciencia social que interpela

Me gustan los estudiantes
porque son la levadura
del pan que saldrá del horno
con toda su sabrosura
para la boca del pobre
que come con amargura.
Caramba y zamba la cosa,
viva la literatura.
Me gustan los estudiantes (Violeta Parra)


Una mirada tecnocrática podría decir que el tiempo se detuvo en Ayotzinapa o en las otras 16 normales rurales que sobreviven a este proyecto educativo iniciado en 1926. También podría afirmarse que estos jóvenes reivindican algo que todos los mexicanos –no solo los estudiantes- debiéramos procurar: un poco de conciencia de la situación social de nuestro país.


La respuesta del Estado frente a los normalistas rurales, ha ido desde las medidas de castigo de alimentos y servicios para los internados hasta las formas represivas, recordemos por ejemplo la lucha de la Escuela Normal de El Mexe, en el estado de Hidalgo, que en el 2000, cuando los jóvenes pedían becas al gobierno del estado, procedieron a cortarles el agua, la luz, el gas y la comida para impedir que funcionara el internado. Poco después el gobierno envió a un grupo de policías-granaderos para desalojar a los jóvenes que tomaron el edificio y para sorpresa de los mismos, fue la comunidad de Tepatepec la que se incorporó a apoyar a los estudiantes, capturando a los policías y exhibiéndolos como traidores y represores de los jóvenes.


Generalmente ante los intentos de someter a los internados por medio de la privación de alimentos, son los mismos campesinos que rodean a las escuelas, los que proveen a los jóvenes para que puedan seguir adelante en sus luchas. En el caso de El Mexe, además fueron los habitantes de las comunidades los que enfrentaron a la policía y retuvieron a 68 granaderos a los que tomaron cautivos para canjearlos por los estudiantes que tenían detenidos. Ocho años después el gobierno logró cerrar la Normal rural de El Mexe, abriendo en su lugar una Universidad Tecnológica. El actual Secretario de Gobernación, por cierto, fue uno de los operadores del proceso de  sometimiento de los jóvenes del Mexe. El cierre de la institución, fue considerado un triunfo político para los priistas hidalguenses.


Los estudiantes de las normales rurales siguen movilizados defendiendo las normales, organizados en una de las agrupaciones más antiguas de México, la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), misma que se fundó en 1935 en la Normal de Roque Guanajuato. La FECSM ha sostenido desde entonces un perfil combativo y crítico, los comités estudiantiles de cada normal tienen fuertes vínculos con su federación y cabe decir que participan de formas de co-gobierno en cada institución. Es decir en cada normal los y las jóvenes y los directivos toman decisiones sobre la organización de las escuelas, sobre el rumbo de la educación, con ello puede entenderse que su federación estudiantil, tiene impacto en la forma en que se orientan las normales en todo el país.


La FECSM vigila que se mantenga asimismo, la formación de los y las estudiantes en torno a cinco ejes que reivindican: 1) Eje académico, que corresponde a los contenidos curriculares de la formación de maestros que se aplica en todo el país. Cabe decir que anteriormente había contenidos diferenciados para normales rurales y urbanas y actualmente son los mismos; 2) el eje de producción, es el que define las prácticas agropecuarias que deben aprender en la institución, en estas se enseña a cultivar ya cuidar animales en ocasiones, los productos derivados de sus parcelas son empleados para la alimentación del internado o bien son comercializados para cubrir otro tipo de gastos.  3) El eje político, es el núcleo de formación de conciencia social del papel del maestro rural y confirma su compromiso con el desarrollo y la educación de los pobres del campo; 4) El eje deportivo es muy relevante, los y las estudiantes de los internados realizan ejercicio físico  frecuente y se procura la buena condición física, tanto como la práctica de deportes en grupo que favorecen los encuentros y competencias deportivas y finalmente el 5) Eje cultural, en el que adquieren habilidades para el teatro, música, danza y la oratoria. En cada eje, buscan siempre ligarse con las comunidades que constituyen el entorno de las escuelas. Llevan teatro o deporte a las comunidades, además de lo que aportan en las prácticas pedagógicas.


Sus rondallas aparecen en youtube entonando canciones de amor y mostrando con orgullo las diapositivas de las imágenes de su escuela, con sus murales de figuras emblemáticas de las revoluciones latinoamericanas y lo más cercano a su ideología y prácticas de cogobierno y de  reflexión sobre las escuelas.



La conciencia social de estos jóvenes es la parte que más incomoda e interpela a los gobernantes y a sectores conservadores de nuestro país. Aún hoy en día tenemos funcionarios públicos que ven en cada joven un posible delincuente, sin nada que aportar y al desearían tratarlos por la fuerza antes que intentar dialogar con ellos; si además se trata de muchachos o muchachas pobres o indígenas, recibirán adicionalmente un trato discriminador, con desprecio racista y sexista, según sea el caso. Así, tener conciencia social, puede ser visto como un ingrediente de peligrosidad añadido en los estudiantes. En esta lógica, erróneamente, parece justificado hacer uso de la fuerza pública, incluso en las redes sociales uno ve más de una voz autoritaria que acusa a los jóvenes, de buscarse los excesos de la fuerza pública. En este país se prohíbe y se castiga a quienes se  preocupan por las condiciones del pueblo, por los campesinos y a los que se oponen a las políticas del BID y del FMI, o a quienes no participan de las últimas reformas educativas o a los que piden escuelas dignas. Los hechos de Ayotzinapa son una muestra de la molestia que pueden ser para sectores conservadores los jóvenes con conciencia social. Afortunadamente somos muchos los que pensamos diferente y planteamos como agravio a la sociedad y a los derechos humanos,  el trato dado a los normalistas de Ayotzinapa.

martes, 21 de octubre de 2014

La lucha de las mujeres por derechos políticos: 61 años de sufragio femenino en México

Con la concesión del derecho al voto, [Ruiz Cortinez] daba respuesta
de alguna manera a la inconformidad de las mujeres y,
al mismo tiempo, no afectaba al sistema, pues ellas seguirían
bajo el control político e ideológico del partido oficial,
además las dejaría circunscritas a actividades pertenecientes al ámbito doméstico.
Otorgar el sufragio a las mujeres,
le permitía ganar popularidad no sólo entre las mujeres,
sino entre el pueblo en general, ya que había prometido
solucionar los asuntos no resueltos en regímenes anteriores,
 y éste era uno de ellos.
Enriqueta Tuñón Pablos, 2008. 

Mientras que en Finlandia las mujeres empezaron a votar desde 1906 y en el norte de Europa y los Estados Unidos de américa, después de 1920, en México la lucha por el sufragio femenino fue una lucha larga y con altibajos, que tuvo sus frutos hasta el 17 de octubre de 1953.

Desde el Porfiriato, las mujeres mexicanas venían exigiendo que les fueran concedidos los derechos a votar y a ser elegidas a los puestos de representación. Las respuestas de los gobernantes y de los líderes sociales y de iglesias, eran negativas y coincidían en señalar que las mujeres no estaban preparadas para hacer un buen uso del voto, de la misma manera se restringían otros derechos como el del divorcio, la patria potestad de los hijos, el acceso al empleo sin mediar el consentimiento del esposo y el ingreso a las carreras universitarias, entre otros. En el positivismo vigente como ideología hegemónica, las mujeres eran para la reproducción humana y eran instrumentos para educar ciudadanos como madres o maestras, pero ellas no eran objetivo de la ciudadanía. Tenía peso aún la idea de inferioridad y debilidad de las mujeres, al grado, que era común que en la prensa y en el discurso público se les llamara “el bello sexo” el “sexo débil”, y existía una segregación social que marcaba material y simbólicamente la diferencia “entre los sexos”. El currículum educativo les ofrecía a las niñas, materias “mujeriles” y primeros acercamientos a las ciencias naturales y humanas, pero no se  consideraba necesario prepararlas para el ejercicio de la ciudadanía.

En la publicación Las Violetas de Anáhuac, fundada por Laureana Wrigth, planteaba desde 1884, la demanda del voto para las mujeres mexicanas.

Mujeres como Dolores Jiménez y Muro, Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, Hermila Galindo,  Elvia Carrillo Puerto, Elena Torre, Refugio García y muchas más, impulsaron desde un inicio los clubes antirreleccionistas femeninos, la prensa crítica y las demandas feministas.

Después de la Revolución Mexicana, se propuso reivindicar a la mujer y sacarla de la ignorancia en que se le mantenía y darle un papel más relevante en la sociedad. Así fue planteado en el Primer Congreso Feminista realizado en Yucatán en 1916, no obstante en la Constitución de 1917 no se plasmó el derecho de sufragio de las mujeres.

Los gobiernos radicales de Salvador Alvarado en Yucatán y de Rafael Nieto y Aurelio Manrique  en San Luis Potosí, emitieron decretos tempranos durante los años veinte, para otorgar el voto femenino. Entonces, el sufragio era cuestionado ampliamente por los sectores conservadores y visto como con desconfianza, con una cauda rojilla, llena de sospechas. Elvia Carrillo Puerto, fue la primera candidata electa en Yucatán en 1923, pero no le permitieron trabajar, pues fue hostilizada por la prensa y sectores conservadores y amenazada de muerte. Tuvo que renunciar cuando apenas llevaba dos años en el cargo. Posteriormente, viviendo en San Luis Potosí, la animaron a que nuevamente se postulara y obtuvo un puesto por mayoría, no obstante fue el propio Colegio Electoral el que no le reconoció su triunfo.

Las mujeres participaron en las corporaciones y organizaciones que el gobierno impulso a mares en los años treinta y cuarenta. Ellas entraron en masa a trabajar en los puestos de profesoras, oficinistas, enfermeras y obreras, entre otros. Se empezaron a organizar y a participar gradualmente en partidos, sindicatos, sociedades, pero formaron también una organización nacional de mujeres que se llamó: Frente Único Pro-Derechos de la Mujer.

No obstante la demanda de derechos políticos para las mujeres era pospuesta constantemente, anteponiendo demandas “más apremiantes”. Incluso el partido oficial, primero las afilió masivamente, antes de concederles el voto. El proceso de modificaciones a la ley para dar el voto a las mujeres, empezó desde tiempos del Presidente Cárdenas, quien envió una iniciativa de reforma constitucional a los Senadores. Durante los siguientes dos periodos presidenciales se dieron pasos pequeños, para que las mujeres pudieran votar y ser elegidas en elecciones municipales (1946). No obstante, el derecho a participar en elecciones municipales y nacionales se logró hasta 1953 y se ejerció en 1955 en las elecciones de Diputados Federales.

Las mujeres llegaron a formar la tercera parte del electorado en las elecciones que dieron el triunfo a López Mateos, lo duro fue descubrir las grandes resistencias conservadoras que tuvieron que enfrentar para ejercer este derecho.  Así, puede entenderse por qué las mujeres iniciaron su participación ciudadana en forma tardía, condicionada a afiliarse al partido oficial y en un país donde las libertades democráticas se logran en medio de grandes dificultades.


Por todo ello, es importante celebrar los logros de esas persistentes sufragistas mexicanas.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Dolores Jiménez y Muro: periodista, zapatista, incansable pluma de la Revolución Mexicana

Cuando Emiliano Zapata vio una copia del plan de Jiménez y leyó el apartado nueve del mismo, en el cual se exigía la restitución de tierras usurpadas en los pueblos, le dijo a Gildardo Magaña: ‘para esto es exactamente para lo que luchamos, para que nos regresen las tierras que nos robaron” Además, al saber que una señorita ‘revolucionaria, entusiasta y culta’ era la autora del documento, añadió que necesitaba gente como ella en sus filas y expresó su deseo de que Jiménez y otros intelectuales se unieran a su causa en el estado de Morelos.
Anna Macías, Contra viento y Marea, El movimiento feminista en
México hasta 1940, México, PUEG-UNAM, CIESAS, 1982,  pp.49-51


Un 15 de octubre de 1925, se dio la noticia en la Ciudad de México de la muerte de Dolores Jiménez y Muro. Eran tiempos revueltos, de un país que no se pacificaba del todo y demasiados protagonistas reclamaban puestos por su participación en la Revolución. Dolores en vida nunca reclamó nada, vivió y murió pobre. Una vez muerta, una amiga, pidió para ella una tumba a perpetuidad, misma que fue concedida, quedó en un lejano rincón del Panteón de Dolores. Cualquiera que la busque encontrará que su tumba ahora pertenece a la familia Rodríguez. No sabemos qué pasó con sus restos, pues como a tantas otras mujeres revolucionarias, no la incluyeron en la rotonda de las personas ilustres.
  
Lola Muro nació en 1848 en Aguascalientes, pero vivió desde los 9 años en San Luis Potosí. Su padre fue parte de los liberales reformistas que junto con Ponciano y Benigno Arriaga, dedicaron sus vidas al proyecto liberal republicano. Fue una niña educada en las ideas liberales, que creció leyendo muchos libros y con inclinaciones a la escritura y a los retos intelectuales. 

No todas las jóvenes del siglo XIX eligieron el matrimonio, por considerarlo contrapuesto a tener proyectos propios. Dolores no se casó, ni tuvo hijos, eligió escribir, enseñar y cuidó a sus padres mientras vivieron.

Fue una lectora avanzada, escritora de poesía cívica y posteriormente fue articulista de temas sociales y políticos. También se sabe que fue maestra. Las maestras  urbanas del Porfiriato fueron el modelo de mujer  intelectual, a menudo escribían en los diarios locales sobre temas familiares y domésticos.

Desde muy joven, Dolores destacó por ser diferente, por su escritura sobre temas históricos y patrióticos. Quedaron en el diario oficial sus poemas premiados, dedicados a los héroes de la Independencia y a Ignacio Zaragoza, entre otros, a los que se dirigía como sus “hermanos”.

Asumió una identidad intelectual auténtica, que fue transformándose a lo largo de su vida.

Ella y su familia participaron directamente en grandes acontecimientos de la historia nacional. Empezando por la defensa de la República, del lado del Presidente Juárez, enfrentando las guerras intervencionistas extranjeras, posteriormente compartieron los esfuerzos por restablecer la paz, la educación y el desarrollo económico. A la par, fue testigo de cómo el Presidente Díaz, pasó de ser un héroe de los liberales a convertirse en un dictador que contravenía los principios de no reelección. También fue lectora en San Luis Potosí de textos anarquistas que compartió con Camilo Arriaga, a quien conocía desde niño.

La opinión de Dolores era considerada valiosa en temas políticos y en temas literarios. Prueba de ello fue que Manuel José Othón le pedía su opinión sobre sus escritos.  Importantes diarios de entonces, como El Diario del Hogar, las Violetas de Anáhuac, La Voz de Juárez, entre muchos otros,  la invitaban a colaborar regularmente. El mundo editorial era para ella un territorio conocido, fue fundadora de revistas, gacetas y proclamas diversas, se convirtió en una consumada y reconocida escritora. Pero también conoció el trabajo del taller del impresor, desde cortar papel hasta colocar los tipos, para que los impresos salieran a la luz. 

La mayor parte de su vida adulta transcurrió en el contexto Porfiriano, por ello sorprendió a familiares y amigos, cuando decidió su incorporación incondicional al activismo antirreleccionista. Este giro no era sorprendente entre los jóvenes liberales críticos, pero sí lo era para una mujer que podría considerarse una señorita mayor, maestra y periodista educada, que había vivido toda su vida en San Luis Potosí.

En 1910 cuando estalló la Revolución, Dolores tenía sesenta años y estaba totalmente involucrada como precursora intelectual de la Revolución al lado de Camilo Arriaga, Carlos y Francisco J. Mújica, Melchor, Rodolfo y Gildardo Magaña, José Vasconcelos, José Rodríguez Cabo y Juana Belén Gutiérrez, entre tantos otros. Fue ella quien reunió ideas y les dio forma precisa hasta conformar el Plan político y social de Tacubaya, mismo que se escribió –decía- para corregir lo que le faltaba al Plan de San Luis, de Francisco I. Madero.

El Plan de Tacubaya, reconocía claramente las demandas agrarias, la restitución de la tierra a los indígenas, planteaba la necesidad de pagar salarios iguales a las mujeres obreras, la libertad de prensa, entre otras demandas sociales.

El 11 de septiembre de 1910, Dolores Jiménez, como presidenta del Club Femenil Hijas de Cuauhtémoc, encabezó una protesta en la ciudad de México en la glorieta de Colón contra el fraude en las elecciones, con la consigna "es tiempo de que las mujeres mexicanas reconozcan que sus derechos y obligaciones van más allá del hogar". Defendió asimismo sus ideas feministas. Fue maestra y colega solidaria de una generación de mujeres precursoras como Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, Aurora Martínez viuda de Garza, Elisa Acuña Rosseti y otras. Todas cuando menos 30 años más jóvenes que ella.

Era una profesional de la lucha revolucionaria, capaz de discutir sus propuestas con sus compañeros de lucha e incluso con los enemigos, como lo hizo con el temible General Aureliano Blanquet, cuando estuvo presa en la cárcel de Belén, en 1914.

Emiliano Zapata retomó del Plan de Tacubaya las propuestas agrarias y llamó a sus autores a unirse al zapatismo en Morelos. El vínculo ideológico de Zapata con Dolores Jiménez y Muro, surgió de inmediato y fue condecorada como Generala Brigadier por su aporte a los planes políticos y sociales. La invitación la atendieron posteriormente porque cuando les llegó, se encontraban presos.

Si bien el Zapatismo vivió un proceso comunitario para apoyar las demandas agrarias, Gildardo Magaña, dejó en claro que Dolores también contribuyó a escribir el Plan de Ayala, mismo que fue publicado en 8 idiomas, con el proemio inicial que Lola Muro escribió a petición de Emiliano Zapata.

Ella siguió colaborando como periodista, fue fundadora de grupos políticos de obreros y de mujeres, fundadora de diarios y revistas; fue estratega y dirigente de protestas públicas, aunque también: prisionera política, intelectual y organizadora de diversas actividades revolucionarias en el clandestinaje.

Quienes la conocieron –como fue el caso de Gildardo Magaña- dejaron referencias claras de su talento para hacer análisis político, de su compromiso revolucionario y de su autonomía como mujer. Siempre se ganó la vida con su trabajo periodístico, incluso enferma y anciana, ayudaba a su hermana Josefa, quien había quedado viuda y pobre, del poeta Manuel José Othón.

Dolores nunca regresó a vivir en San Luis Potosí, murió en la Ciudad de México, decepcionada por la lucha entre los grupos por el poder presidencial y más aún por el asesinato del General Zapata. Se despidió con su último poema: “Rayo de luz”, tenía 77 años. Constituye un ejemplo de mujer intelectual, feminista autónoma,  revolucionaria íntegra y periodista liberal, de las que o claudicaron.

Hoy la recordamos en estas líneas, a falta de una tumba y a falta de un lugar más acorde a sus aportes, que la historia oficial le ha negado.

Ver más de Dolores Jiménez, de su historia, imágenes y poemas en otra de mis publicaciones:

http://www.jornada.unam.mx/2001/11/05/entrada39.htm

miércoles, 8 de octubre de 2014

Los normalistas del campo mexicano: 90 años de luchas y resistencias

Diseñadas explícitamente para hijos de campesinos,
las normales rurales prometían
una oportunidad de escapar de la pobreza
que caracterizaba a la población del campo,
a la vez que contribuirían al desarrollo rural
creando maestros adiestrados en las
más modernas técnicas agrícolas.
Tanalis Padilla, 2009.



Las normales rurales mexicanas, son el resultado de la demanda histórica de educación y de reforma agraria que han planteado desde la Revolución Mexicana, los campesinos e indígenas.  La modalidad de escuelas normales campesinas, no fue una figura institucional hegemónica en la educación rural en el mundo. Incluso, hubo lugares –como España- que nunca tuvieron el modelo de normal rural. Es por ello un aporte de México a la pedagogía contemporánea y son parte de la historia del campo y de las promesas sin cumplir.

Las Escuelas Normales Rurales después de unas tres décadas de alianza con los gobiernos revolucionarios, pasaron a ser los reductos que defendían las demandas campesinas. Algunas de ellas, a pesar de su heterogeneidad interior, mantuvieron un discurso de compromiso con las luchas campesinas, en un contexto de crisis del campo, de incremento de la emigración hacia los Estados Unidos y más recientemente, por la inseguridad originada por el crimen organizado. No obstante, en sus luchas concretas, se la pasan pidiendo aumento de becas alimenticias, maestros suficiente y plazas para sus egresados. Viven sus años juveniles formándose como maestros en aulas humildes, en internados, entre promesas de mejoras y de movilidad social y las utopías que siguen alimentando sus esperanzas de cambio, generación por generación. Es el caso de la Normal de Ayotzinapa, Guerrero, al sur de México fundada en 1926.  Esta normal recibe a hijos de campesinos pobres de la región.  Cuenta con una tradición de lucha estudiantil y social constante, a lo largo de sus 88 años de existencia.  Como resultado de la desigualdad y la pobreza del estado de Guerrero, de sus aulas han surgido líderes radicales, dos de los cuales fundaron guerrillas campesinas: Genaro Vázquez (1931-1972) fundador de  la Asociación Cívica Guerrerense (ACG) y posteriormente la  Central Campesina Independiente (CCI) y Lucio Cabañas Barrientos (1938-1974) maestro rural y líder estudiantil de la FECSUM.

Los jóvenes que siguen ingresando a la normal de Ayotzinapa, son tratados con rudeza, como medida preventiva de nuevas guerrillas campesinas. Desde 1941, los gobiernos estatales y funcionarios de la SEP, se han propuesto cerrar esta escuela, sin conseguirlo. Las normales rurales, mantienen un discurso radical en defensa de una identidad que reivindica la educación para los pobres del campo y además pelean porque se les garanticen plazas de trabajo a sus egresados. Asimismo se oponen a las reformas neoliberales en la educación y especialmente al cierre de las normales.

La radicalización de estas luchas de los jóvenes normalistas que ahora hacen licenciatura, y aun así pasan a la lista de desempleados,  tienen rasgos de desesperación, pues toman calles, autobuses, para trasladarse en masa a las protestas y han sido reprimidos en formas violentas y continuas en los últimos tres años. Es visible la incapacidad del gobernador de Guerrero para establecer un diálogo con los estudiantes y resolver un conflicto local e institucional. Como resultado de ello, ha habido cientos de detenidos, desaparecidos y se ha recrudecido la represión llegando a la violencia homicida, a la tortura y a la ejecución de estudiantes. No ha existido en los últimos años, una violencia similar contra estudiantes movilizados.

Estamos hablando en este momento, de docenas de muertos y desaparecidos. Estamos hablando de muchachos pobres, hijos de campesinos, cuyos reclamos de mejor educación, un país menos desigual, libertad a detenidos, justicia y castigo a los responsables de la muerte de sus compañeros, son demandas que ponen a prueba la capacidad de defensa de los derechos humanos en nuestro país.


Bibliografía

Calderón López-Velarde Jaime R., La Escuela Normal Rural: crisis y papel político (1940-1980, Escuela Nacional de Antropología e Historia, México 1982, Tesis de Licenciatura.

Hernández Santos, Marcelo, En tiempos de la reforma: Políticas y configuración de las reformas educativas en la Escuela Normal Rural de San Marcos, Zacatecas, 1926-1984, Tesis para obtener el grado de Doctor en Historia por la UAZ, Presentada en Agosto de 2013.
Padilla, Tanalis, “Las Normales rurales: historia y proyecto de nación”, El Cotidiano, num.154, marzo-abril,Universidad autónoma Metropolitana Azcapotzalco, México, 2009.


            

miércoles, 1 de octubre de 2014

De Tlatelolco a Ayotzinapa: el reto de aprender a dialogar en un país de jóvenes

Tanto en diciembre de 2011 como el pasado 27 de septiembre, las prácticas represivas de las fuerzas policiacas en la que  jóvenes estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa en Guerrero, han perdido vidas, o su libertad, en formas violentas, muestran las limitaciones de los servidores públicos para actuar con respeto a los derechos humanos de los jóvenes.  Recordemos que los normalistas no están pidiendo nada fuera de este mundo, sus demandas son por más recursos para sus escuelas, becas, justicia y libertad para sus compañeros detenidos, y no están convencidos de los beneficios de las reformas educativas, a las que incluso ven como un riesgo para sus conquistas históricas, insisten en pedir hasta tercamente,  garantías de un trabajo y un futuro en el sistema educativo.

Este dos de octubre, recordamos que en México, dialogar con los jóvenes es una prueba sistemática para los gobiernos, una prueba que a menudo se sigue reprobando en el estado de Guerrero.  Los mexicanos tenemos memoria de eventos dramáticos por la falta de capacidad de negociación, de diálogo y de paciencia, con los estudiantes movilizados, pues sus luchas son más difíciles de prever, no se mueven en los esquemas jurídicos de las luchas laborales o los movimientos políticos, usan otros lenguajes éticos en los que afloran otras rebeldías.

En una revisión histórica del tratamiento dado a los movimientos estudiantiles, encontraríamos dramáticos ejemplos en los que se ha optado más por el método del garrote, la cooptación o el cohecho, antes que el diálogo y la tolerancia.

En el caso de Ayotzinapa, es notable la actuación excesiva de las fuerzas policiacas, lo cual nos recuerda que esto no es nuevo, pues ya ha sucedido en nuestro país, con terribles consecuencias.  Hablemos por ello, de la Historia, del movimiento estudiantil del 68, de sus contextos culturales y políticos.  

Los años sesentas fueron denominados como el fin del sueño, haciendo referencia al término del periodo de “desarrollo estabilizador” en el que se calculaba que tendríamos una modernización y desarrollo sostenido que daría estabilidad a los mexicanos, un sueño que solo se cumplió para unos cuantos.  Por el contrario, crisis en el campo, incremento de procesos migratorios a los EUA y  múltiples huelgas reprimidas, fueron el día a día de los años sesentas.

Los gobiernos previos al de Díaz Ordaz, no estuvieron libres de la mano dura, movimientos de ferrocarrileros, petroleros y mineros, así como de maestros y médicos habían sido reprimidos y señalados como manipulados  por intereses extranjeros y comunistas, para deslegitimarlos.
Gustavo Díaz Ordaz fue señalado como un presidente duro, autoritario  y malo para entender al pueblo y a los jóvenes.

La contracultura y la actitud contestataria, según José Agustín,  tomó forma más en la literatura que en la música, además la televisión apenas iba ganando fuerza en el control de las masas a través de las comunicaciones. Es importante decir que las mujeres de los años sesentas no estuvieron ausentes de los actos rebeldes y antiautoritarios. Lo hicieron incluso en un marco de mayor control patriarcal que los hombres. Pero sin duda compartían el plan de lucha, las demandas de sus compañeros varones tanto como la represión.

Una ola de rebeldía juvenil afloraba en formas inesperadas y rechazadas por los adultos de entonces: los chicos tuvieron el pelo largo como nunca antes y las jóvenes estaban entrando a las universidades en formas masivas, eran un grupo muy diverso, algunas tomaron la moda de la minifalda y compartieron también las modas hippies, la psicodelia, oían rock and rol, bailaban soltando el cuerpo, probaron incluso sustancias psicotrópicas. Pero su rebeldía también era política, bajo el lema de amor y paz, criticaban la guerra y las formas tradicionales de gobernar y la falta de opciones democráticas.

En el verano de 1968, nuestro país estaba al tanto de las noticias de las próximas olimpiadas, pero a la par un conjunto de agravios entre estudiantes y fuerzas armadas, en una relación desigual, generaron un poderoso movimiento que incomodaba mucho al presidente y a su gabinete. Los actos de los jóvenes fueron reprimidos en forma desmedida y brutal. Todo inició por un pleito entre preparatorianos, posteriormente hubo la detención ilegal de jóvenes, supuestos comunistas, lo que  fue incrementando el descontento estudiantil.  Para finales de julio se dio un enfrentamiento de los jóvenes con los granaderos; la respuesta nuevamente fue desproporcionada, con un bazukazo del ejército contra la Escuela Nacional Preparatoria.  El movimiento creció frente a esa respuesta del gobierno, se formó el Comité Nacional de Huelga (CNH) para detener la represión y convocar al diálogo con el gobierno, el comité tuvo el apoyo de intelectuales y de la izquierda.

Las fotografías de las marchas y la labor educativa de los jóvenes con la población, demuestran que participaban muchas jovencitas que eran activistas entusiastas y persistentes durante todo ese verano de lucha estudiantil. Repartían volantes, asistían a las asambleas, hacían guardias, así como otras múltiples tareas.

El presidente Díaz Ordaz, condenaba cada una de las crecientes movilizaciones de los jóvenes y los etiquetaba sistemáticamente como controlados por fuerzas extranjeras, antes que resolver con el diálogo, optó por la fuerza. Mientras los jóvenes portaban en sus mantas mensajes tales como:

“Soldado no dispares, tú también eres pueblo”.
“Nada con la fuerza, todo con la razón”.
“Libros sí, granaderos no”.
“'Estos son los agitadores: Ignorancia, Hambre y Miseria”.

Para septiembre, el movimiento realizaba marchas de hasta 300 mil jóvenes y optaban por tácticas de no confrontación, como la marcha silenciosa, con la que deseaban evitar ser acusados de injuriosos por la prensa.

En 2014, no podemos decir que avanzamos en el trato con los estudiantes cuando vemos que se les dispara y se les desaparece. Por ello, este dos de octubre en homenaje a los que perdieron la vida en Tlatelolco y Ayotzinapa, escuchemos a las organizaciones de derechos humanos que en solidaridad con los jóvenes de la Normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa convocan  a la comunidad internacional y a la sociedad civil a urgir a las autoridades Estatales y Federales a:

1. Llevar a cabo una investigación independiente, expedita y eficiente de todos los hechos ocurridos el 26 y 27 de septiembre de 2014 en Iguala.

2. Procesar y sancionar a los Policías municipales responsables de las ejecuciones extrajudiciales, así como a las autoridades Municipales que omitieron y consintieron las graves violaciones a los derechos humanos descritas.

3. Iniciar los procesos administrativos y judiciales contra autoridades Estatales y Federales que faltaron a su deber de prevenir razonablemente estas graves violaciones a los derechos humanos.

4. Realizar las investigaciones y acciones de búsqueda para dar con el paradero y presentación con vida de los 55 estudiantes desaparecidos.

5. Implementar medidas cautelares a fin de garantizar y salvaguardar la integridad física y psicológica de los 55 estudiantes desaparecidos.

6. Garantizar la atención integral, médica y psicológica, de los estudiantes lesionados.

7. Establecer la verdad y reparar integralmente los daños a las víctimas y sus familiares.

8. Garantizar la seguridad e integridad de los estudiantes que han denunciado los hechos y de las personas defensoras que acompañan en su proceso a los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, en acuerdo a lo establecido en la Declaración sobre el derecho y la responsabilidad de los individuos, grupos y órganos de la sociedad de promover y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales reconocidos universalmente.(1)


En un país de jóvenes, necesitamos a los jóvenes como interlocutores de su futuro, activos en las aulas de las universidades y normales, en los laboratorios, en las bibliotecas, en las canchas;  leyendo, escribiendo, investigando, siendo felices y construyendo un futuro.