martes, 21 de octubre de 2014

La lucha de las mujeres por derechos políticos: 61 años de sufragio femenino en México

Con la concesión del derecho al voto, [Ruiz Cortinez] daba respuesta
de alguna manera a la inconformidad de las mujeres y,
al mismo tiempo, no afectaba al sistema, pues ellas seguirían
bajo el control político e ideológico del partido oficial,
además las dejaría circunscritas a actividades pertenecientes al ámbito doméstico.
Otorgar el sufragio a las mujeres,
le permitía ganar popularidad no sólo entre las mujeres,
sino entre el pueblo en general, ya que había prometido
solucionar los asuntos no resueltos en regímenes anteriores,
 y éste era uno de ellos.
Enriqueta Tuñón Pablos, 2008. 

Mientras que en Finlandia las mujeres empezaron a votar desde 1906 y en el norte de Europa y los Estados Unidos de américa, después de 1920, en México la lucha por el sufragio femenino fue una lucha larga y con altibajos, que tuvo sus frutos hasta el 17 de octubre de 1953.

Desde el Porfiriato, las mujeres mexicanas venían exigiendo que les fueran concedidos los derechos a votar y a ser elegidas a los puestos de representación. Las respuestas de los gobernantes y de los líderes sociales y de iglesias, eran negativas y coincidían en señalar que las mujeres no estaban preparadas para hacer un buen uso del voto, de la misma manera se restringían otros derechos como el del divorcio, la patria potestad de los hijos, el acceso al empleo sin mediar el consentimiento del esposo y el ingreso a las carreras universitarias, entre otros. En el positivismo vigente como ideología hegemónica, las mujeres eran para la reproducción humana y eran instrumentos para educar ciudadanos como madres o maestras, pero ellas no eran objetivo de la ciudadanía. Tenía peso aún la idea de inferioridad y debilidad de las mujeres, al grado, que era común que en la prensa y en el discurso público se les llamara “el bello sexo” el “sexo débil”, y existía una segregación social que marcaba material y simbólicamente la diferencia “entre los sexos”. El currículum educativo les ofrecía a las niñas, materias “mujeriles” y primeros acercamientos a las ciencias naturales y humanas, pero no se  consideraba necesario prepararlas para el ejercicio de la ciudadanía.

En la publicación Las Violetas de Anáhuac, fundada por Laureana Wrigth, planteaba desde 1884, la demanda del voto para las mujeres mexicanas.

Mujeres como Dolores Jiménez y Muro, Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, Hermila Galindo,  Elvia Carrillo Puerto, Elena Torre, Refugio García y muchas más, impulsaron desde un inicio los clubes antirreleccionistas femeninos, la prensa crítica y las demandas feministas.

Después de la Revolución Mexicana, se propuso reivindicar a la mujer y sacarla de la ignorancia en que se le mantenía y darle un papel más relevante en la sociedad. Así fue planteado en el Primer Congreso Feminista realizado en Yucatán en 1916, no obstante en la Constitución de 1917 no se plasmó el derecho de sufragio de las mujeres.

Los gobiernos radicales de Salvador Alvarado en Yucatán y de Rafael Nieto y Aurelio Manrique  en San Luis Potosí, emitieron decretos tempranos durante los años veinte, para otorgar el voto femenino. Entonces, el sufragio era cuestionado ampliamente por los sectores conservadores y visto como con desconfianza, con una cauda rojilla, llena de sospechas. Elvia Carrillo Puerto, fue la primera candidata electa en Yucatán en 1923, pero no le permitieron trabajar, pues fue hostilizada por la prensa y sectores conservadores y amenazada de muerte. Tuvo que renunciar cuando apenas llevaba dos años en el cargo. Posteriormente, viviendo en San Luis Potosí, la animaron a que nuevamente se postulara y obtuvo un puesto por mayoría, no obstante fue el propio Colegio Electoral el que no le reconoció su triunfo.

Las mujeres participaron en las corporaciones y organizaciones que el gobierno impulso a mares en los años treinta y cuarenta. Ellas entraron en masa a trabajar en los puestos de profesoras, oficinistas, enfermeras y obreras, entre otros. Se empezaron a organizar y a participar gradualmente en partidos, sindicatos, sociedades, pero formaron también una organización nacional de mujeres que se llamó: Frente Único Pro-Derechos de la Mujer.

No obstante la demanda de derechos políticos para las mujeres era pospuesta constantemente, anteponiendo demandas “más apremiantes”. Incluso el partido oficial, primero las afilió masivamente, antes de concederles el voto. El proceso de modificaciones a la ley para dar el voto a las mujeres, empezó desde tiempos del Presidente Cárdenas, quien envió una iniciativa de reforma constitucional a los Senadores. Durante los siguientes dos periodos presidenciales se dieron pasos pequeños, para que las mujeres pudieran votar y ser elegidas en elecciones municipales (1946). No obstante, el derecho a participar en elecciones municipales y nacionales se logró hasta 1953 y se ejerció en 1955 en las elecciones de Diputados Federales.

Las mujeres llegaron a formar la tercera parte del electorado en las elecciones que dieron el triunfo a López Mateos, lo duro fue descubrir las grandes resistencias conservadoras que tuvieron que enfrentar para ejercer este derecho.  Así, puede entenderse por qué las mujeres iniciaron su participación ciudadana en forma tardía, condicionada a afiliarse al partido oficial y en un país donde las libertades democráticas se logran en medio de grandes dificultades.


Por todo ello, es importante celebrar los logros de esas persistentes sufragistas mexicanas.

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