miércoles, 1 de octubre de 2014

De Tlatelolco a Ayotzinapa: el reto de aprender a dialogar en un país de jóvenes

Tanto en diciembre de 2011 como el pasado 27 de septiembre, las prácticas represivas de las fuerzas policiacas en la que  jóvenes estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa en Guerrero, han perdido vidas, o su libertad, en formas violentas, muestran las limitaciones de los servidores públicos para actuar con respeto a los derechos humanos de los jóvenes.  Recordemos que los normalistas no están pidiendo nada fuera de este mundo, sus demandas son por más recursos para sus escuelas, becas, justicia y libertad para sus compañeros detenidos, y no están convencidos de los beneficios de las reformas educativas, a las que incluso ven como un riesgo para sus conquistas históricas, insisten en pedir hasta tercamente,  garantías de un trabajo y un futuro en el sistema educativo.

Este dos de octubre, recordamos que en México, dialogar con los jóvenes es una prueba sistemática para los gobiernos, una prueba que a menudo se sigue reprobando en el estado de Guerrero.  Los mexicanos tenemos memoria de eventos dramáticos por la falta de capacidad de negociación, de diálogo y de paciencia, con los estudiantes movilizados, pues sus luchas son más difíciles de prever, no se mueven en los esquemas jurídicos de las luchas laborales o los movimientos políticos, usan otros lenguajes éticos en los que afloran otras rebeldías.

En una revisión histórica del tratamiento dado a los movimientos estudiantiles, encontraríamos dramáticos ejemplos en los que se ha optado más por el método del garrote, la cooptación o el cohecho, antes que el diálogo y la tolerancia.

En el caso de Ayotzinapa, es notable la actuación excesiva de las fuerzas policiacas, lo cual nos recuerda que esto no es nuevo, pues ya ha sucedido en nuestro país, con terribles consecuencias.  Hablemos por ello, de la Historia, del movimiento estudiantil del 68, de sus contextos culturales y políticos.  

Los años sesentas fueron denominados como el fin del sueño, haciendo referencia al término del periodo de “desarrollo estabilizador” en el que se calculaba que tendríamos una modernización y desarrollo sostenido que daría estabilidad a los mexicanos, un sueño que solo se cumplió para unos cuantos.  Por el contrario, crisis en el campo, incremento de procesos migratorios a los EUA y  múltiples huelgas reprimidas, fueron el día a día de los años sesentas.

Los gobiernos previos al de Díaz Ordaz, no estuvieron libres de la mano dura, movimientos de ferrocarrileros, petroleros y mineros, así como de maestros y médicos habían sido reprimidos y señalados como manipulados  por intereses extranjeros y comunistas, para deslegitimarlos.
Gustavo Díaz Ordaz fue señalado como un presidente duro, autoritario  y malo para entender al pueblo y a los jóvenes.

La contracultura y la actitud contestataria, según José Agustín,  tomó forma más en la literatura que en la música, además la televisión apenas iba ganando fuerza en el control de las masas a través de las comunicaciones. Es importante decir que las mujeres de los años sesentas no estuvieron ausentes de los actos rebeldes y antiautoritarios. Lo hicieron incluso en un marco de mayor control patriarcal que los hombres. Pero sin duda compartían el plan de lucha, las demandas de sus compañeros varones tanto como la represión.

Una ola de rebeldía juvenil afloraba en formas inesperadas y rechazadas por los adultos de entonces: los chicos tuvieron el pelo largo como nunca antes y las jóvenes estaban entrando a las universidades en formas masivas, eran un grupo muy diverso, algunas tomaron la moda de la minifalda y compartieron también las modas hippies, la psicodelia, oían rock and rol, bailaban soltando el cuerpo, probaron incluso sustancias psicotrópicas. Pero su rebeldía también era política, bajo el lema de amor y paz, criticaban la guerra y las formas tradicionales de gobernar y la falta de opciones democráticas.

En el verano de 1968, nuestro país estaba al tanto de las noticias de las próximas olimpiadas, pero a la par un conjunto de agravios entre estudiantes y fuerzas armadas, en una relación desigual, generaron un poderoso movimiento que incomodaba mucho al presidente y a su gabinete. Los actos de los jóvenes fueron reprimidos en forma desmedida y brutal. Todo inició por un pleito entre preparatorianos, posteriormente hubo la detención ilegal de jóvenes, supuestos comunistas, lo que  fue incrementando el descontento estudiantil.  Para finales de julio se dio un enfrentamiento de los jóvenes con los granaderos; la respuesta nuevamente fue desproporcionada, con un bazukazo del ejército contra la Escuela Nacional Preparatoria.  El movimiento creció frente a esa respuesta del gobierno, se formó el Comité Nacional de Huelga (CNH) para detener la represión y convocar al diálogo con el gobierno, el comité tuvo el apoyo de intelectuales y de la izquierda.

Las fotografías de las marchas y la labor educativa de los jóvenes con la población, demuestran que participaban muchas jovencitas que eran activistas entusiastas y persistentes durante todo ese verano de lucha estudiantil. Repartían volantes, asistían a las asambleas, hacían guardias, así como otras múltiples tareas.

El presidente Díaz Ordaz, condenaba cada una de las crecientes movilizaciones de los jóvenes y los etiquetaba sistemáticamente como controlados por fuerzas extranjeras, antes que resolver con el diálogo, optó por la fuerza. Mientras los jóvenes portaban en sus mantas mensajes tales como:

“Soldado no dispares, tú también eres pueblo”.
“Nada con la fuerza, todo con la razón”.
“Libros sí, granaderos no”.
“'Estos son los agitadores: Ignorancia, Hambre y Miseria”.

Para septiembre, el movimiento realizaba marchas de hasta 300 mil jóvenes y optaban por tácticas de no confrontación, como la marcha silenciosa, con la que deseaban evitar ser acusados de injuriosos por la prensa.

En 2014, no podemos decir que avanzamos en el trato con los estudiantes cuando vemos que se les dispara y se les desaparece. Por ello, este dos de octubre en homenaje a los que perdieron la vida en Tlatelolco y Ayotzinapa, escuchemos a las organizaciones de derechos humanos que en solidaridad con los jóvenes de la Normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa convocan  a la comunidad internacional y a la sociedad civil a urgir a las autoridades Estatales y Federales a:

1. Llevar a cabo una investigación independiente, expedita y eficiente de todos los hechos ocurridos el 26 y 27 de septiembre de 2014 en Iguala.

2. Procesar y sancionar a los Policías municipales responsables de las ejecuciones extrajudiciales, así como a las autoridades Municipales que omitieron y consintieron las graves violaciones a los derechos humanos descritas.

3. Iniciar los procesos administrativos y judiciales contra autoridades Estatales y Federales que faltaron a su deber de prevenir razonablemente estas graves violaciones a los derechos humanos.

4. Realizar las investigaciones y acciones de búsqueda para dar con el paradero y presentación con vida de los 55 estudiantes desaparecidos.

5. Implementar medidas cautelares a fin de garantizar y salvaguardar la integridad física y psicológica de los 55 estudiantes desaparecidos.

6. Garantizar la atención integral, médica y psicológica, de los estudiantes lesionados.

7. Establecer la verdad y reparar integralmente los daños a las víctimas y sus familiares.

8. Garantizar la seguridad e integridad de los estudiantes que han denunciado los hechos y de las personas defensoras que acompañan en su proceso a los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, en acuerdo a lo establecido en la Declaración sobre el derecho y la responsabilidad de los individuos, grupos y órganos de la sociedad de promover y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales reconocidos universalmente.(1)


En un país de jóvenes, necesitamos a los jóvenes como interlocutores de su futuro, activos en las aulas de las universidades y normales, en los laboratorios, en las bibliotecas, en las canchas;  leyendo, escribiendo, investigando, siendo felices y construyendo un futuro. 































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