miércoles, 15 de octubre de 2014

Dolores Jiménez y Muro: periodista, zapatista, incansable pluma de la Revolución Mexicana

Cuando Emiliano Zapata vio una copia del plan de Jiménez y leyó el apartado nueve del mismo, en el cual se exigía la restitución de tierras usurpadas en los pueblos, le dijo a Gildardo Magaña: ‘para esto es exactamente para lo que luchamos, para que nos regresen las tierras que nos robaron” Además, al saber que una señorita ‘revolucionaria, entusiasta y culta’ era la autora del documento, añadió que necesitaba gente como ella en sus filas y expresó su deseo de que Jiménez y otros intelectuales se unieran a su causa en el estado de Morelos.
Anna Macías, Contra viento y Marea, El movimiento feminista en
México hasta 1940, México, PUEG-UNAM, CIESAS, 1982,  pp.49-51


Un 15 de octubre de 1925, se dio la noticia en la Ciudad de México de la muerte de Dolores Jiménez y Muro. Eran tiempos revueltos, de un país que no se pacificaba del todo y demasiados protagonistas reclamaban puestos por su participación en la Revolución. Dolores en vida nunca reclamó nada, vivió y murió pobre. Una vez muerta, una amiga, pidió para ella una tumba a perpetuidad, misma que fue concedida, quedó en un lejano rincón del Panteón de Dolores. Cualquiera que la busque encontrará que su tumba ahora pertenece a la familia Rodríguez. No sabemos qué pasó con sus restos, pues como a tantas otras mujeres revolucionarias, no la incluyeron en la rotonda de las personas ilustres.
  
Lola Muro nació en 1848 en Aguascalientes, pero vivió desde los 9 años en San Luis Potosí. Su padre fue parte de los liberales reformistas que junto con Ponciano y Benigno Arriaga, dedicaron sus vidas al proyecto liberal republicano. Fue una niña educada en las ideas liberales, que creció leyendo muchos libros y con inclinaciones a la escritura y a los retos intelectuales. 

No todas las jóvenes del siglo XIX eligieron el matrimonio, por considerarlo contrapuesto a tener proyectos propios. Dolores no se casó, ni tuvo hijos, eligió escribir, enseñar y cuidó a sus padres mientras vivieron.

Fue una lectora avanzada, escritora de poesía cívica y posteriormente fue articulista de temas sociales y políticos. También se sabe que fue maestra. Las maestras  urbanas del Porfiriato fueron el modelo de mujer  intelectual, a menudo escribían en los diarios locales sobre temas familiares y domésticos.

Desde muy joven, Dolores destacó por ser diferente, por su escritura sobre temas históricos y patrióticos. Quedaron en el diario oficial sus poemas premiados, dedicados a los héroes de la Independencia y a Ignacio Zaragoza, entre otros, a los que se dirigía como sus “hermanos”.

Asumió una identidad intelectual auténtica, que fue transformándose a lo largo de su vida.

Ella y su familia participaron directamente en grandes acontecimientos de la historia nacional. Empezando por la defensa de la República, del lado del Presidente Juárez, enfrentando las guerras intervencionistas extranjeras, posteriormente compartieron los esfuerzos por restablecer la paz, la educación y el desarrollo económico. A la par, fue testigo de cómo el Presidente Díaz, pasó de ser un héroe de los liberales a convertirse en un dictador que contravenía los principios de no reelección. También fue lectora en San Luis Potosí de textos anarquistas que compartió con Camilo Arriaga, a quien conocía desde niño.

La opinión de Dolores era considerada valiosa en temas políticos y en temas literarios. Prueba de ello fue que Manuel José Othón le pedía su opinión sobre sus escritos.  Importantes diarios de entonces, como El Diario del Hogar, las Violetas de Anáhuac, La Voz de Juárez, entre muchos otros,  la invitaban a colaborar regularmente. El mundo editorial era para ella un territorio conocido, fue fundadora de revistas, gacetas y proclamas diversas, se convirtió en una consumada y reconocida escritora. Pero también conoció el trabajo del taller del impresor, desde cortar papel hasta colocar los tipos, para que los impresos salieran a la luz. 

La mayor parte de su vida adulta transcurrió en el contexto Porfiriano, por ello sorprendió a familiares y amigos, cuando decidió su incorporación incondicional al activismo antirreleccionista. Este giro no era sorprendente entre los jóvenes liberales críticos, pero sí lo era para una mujer que podría considerarse una señorita mayor, maestra y periodista educada, que había vivido toda su vida en San Luis Potosí.

En 1910 cuando estalló la Revolución, Dolores tenía sesenta años y estaba totalmente involucrada como precursora intelectual de la Revolución al lado de Camilo Arriaga, Carlos y Francisco J. Mújica, Melchor, Rodolfo y Gildardo Magaña, José Vasconcelos, José Rodríguez Cabo y Juana Belén Gutiérrez, entre tantos otros. Fue ella quien reunió ideas y les dio forma precisa hasta conformar el Plan político y social de Tacubaya, mismo que se escribió –decía- para corregir lo que le faltaba al Plan de San Luis, de Francisco I. Madero.

El Plan de Tacubaya, reconocía claramente las demandas agrarias, la restitución de la tierra a los indígenas, planteaba la necesidad de pagar salarios iguales a las mujeres obreras, la libertad de prensa, entre otras demandas sociales.

El 11 de septiembre de 1910, Dolores Jiménez, como presidenta del Club Femenil Hijas de Cuauhtémoc, encabezó una protesta en la ciudad de México en la glorieta de Colón contra el fraude en las elecciones, con la consigna "es tiempo de que las mujeres mexicanas reconozcan que sus derechos y obligaciones van más allá del hogar". Defendió asimismo sus ideas feministas. Fue maestra y colega solidaria de una generación de mujeres precursoras como Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, Aurora Martínez viuda de Garza, Elisa Acuña Rosseti y otras. Todas cuando menos 30 años más jóvenes que ella.

Era una profesional de la lucha revolucionaria, capaz de discutir sus propuestas con sus compañeros de lucha e incluso con los enemigos, como lo hizo con el temible General Aureliano Blanquet, cuando estuvo presa en la cárcel de Belén, en 1914.

Emiliano Zapata retomó del Plan de Tacubaya las propuestas agrarias y llamó a sus autores a unirse al zapatismo en Morelos. El vínculo ideológico de Zapata con Dolores Jiménez y Muro, surgió de inmediato y fue condecorada como Generala Brigadier por su aporte a los planes políticos y sociales. La invitación la atendieron posteriormente porque cuando les llegó, se encontraban presos.

Si bien el Zapatismo vivió un proceso comunitario para apoyar las demandas agrarias, Gildardo Magaña, dejó en claro que Dolores también contribuyó a escribir el Plan de Ayala, mismo que fue publicado en 8 idiomas, con el proemio inicial que Lola Muro escribió a petición de Emiliano Zapata.

Ella siguió colaborando como periodista, fue fundadora de grupos políticos de obreros y de mujeres, fundadora de diarios y revistas; fue estratega y dirigente de protestas públicas, aunque también: prisionera política, intelectual y organizadora de diversas actividades revolucionarias en el clandestinaje.

Quienes la conocieron –como fue el caso de Gildardo Magaña- dejaron referencias claras de su talento para hacer análisis político, de su compromiso revolucionario y de su autonomía como mujer. Siempre se ganó la vida con su trabajo periodístico, incluso enferma y anciana, ayudaba a su hermana Josefa, quien había quedado viuda y pobre, del poeta Manuel José Othón.

Dolores nunca regresó a vivir en San Luis Potosí, murió en la Ciudad de México, decepcionada por la lucha entre los grupos por el poder presidencial y más aún por el asesinato del General Zapata. Se despidió con su último poema: “Rayo de luz”, tenía 77 años. Constituye un ejemplo de mujer intelectual, feminista autónoma,  revolucionaria íntegra y periodista liberal, de las que o claudicaron.

Hoy la recordamos en estas líneas, a falta de una tumba y a falta de un lugar más acorde a sus aportes, que la historia oficial le ha negado.

Ver más de Dolores Jiménez, de su historia, imágenes y poemas en otra de mis publicaciones:

http://www.jornada.unam.mx/2001/11/05/entrada39.htm

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