jueves, 9 de julio de 2015

El malestar y la impotencia de los docentes frente a las Reformas y las evaluaciones homogeneizadoras


"En el origen de los sistemas educativos universales, los docentes fueron percibidos como uno de los pilares de la construcción de la identidad nacional y rodeados, por ello, de un significativo prestigio social; en periodos posteriores fueron percibidos como profesionales técnicamente responsables de los resultados de aprendizaje de los alumnos y, en ese contexto, culpabilizados por el fracaso de la escuela o victimizados por el deterioro de las condiciones en las cuales desarrollan sus tareas".

Juan Carlos Tedesco, 2005.






En los últimos meses, hemos sido testigos de un fenómeno nuevo, en el que los maestros y maestras mexicanos expresan abiertamente su inconformidad, molestia y enojo, respecto a la actuación del gobierno sobre la evaluación del desempeño docente y en general su reforma educativa.  Estamos hablando de que no sólo los maestros que regularmente se manifiestan a través de la disidente Coordinadora de Trabajadores de la Educación, CNTE. Sino que emergen en diferentes secciones del país las voces inconformes, organizan mítines espontáneos, convocados desde las redes sociales, escolares y locales.


Lo cierto es que la Reforma educativa actual se ha concentrado en evaluar el desempeño de los maestros, y ha generado desconfianza, temor e incertidumbre, porque por primera vez, se anuncia el peso laboral de la evaluación, ya que si los maestros salen mal, al tercer resultado desfavorable, serán retirados de su empleo de profesores. En sus manifestaciones, los maestros llevan cartulinas que dicen que la reforma no es educativa sino laboral, no hay duda de que tienen razón.


Desde la década de los noventas, hemos vivido grandes cambios en la educación, por una parte por la inserción de nuevas tecnologías de la información que anunciaban nuevas vías de conocimiento en las escuelas y por otra por la imposición de sistemas y reglas neoliberales que impactaban en los contenidos y en las formas de contratación de los docentes en todo el mundo. Algunos tecnócratas llegaron a sugerir incluso que los maestros se convertirían en estorbos innecesarios.


Lo cierto es que la identidad docente está en crisis y no ha habido una reforma educativa capaz de ofrecer formas alternativas y efectivas para rearticular y afianzar la nueva identidad profesional de los docentes, en tiempos de globalización y de grandes desafíos para los proyectos educativos y culturales.


En las redes sociales, mediante las cuales los maestros intercambian opiniones y datos sobre los acontecimientos que les afectan, expresan dudas sobre su futuro, sobre las dificultades para sostener los logros laborales que conquistaron a lo largo del siglo XX. Por ejemplo, una maestra pregunta si mantendrán su seguro médico, si su jubilación continuará en los mismos términos, si sus ingresos frente a la diferenciación salarial serán suficientes, pero sobretodo se preguntan si conservarán su empleo.


Los procesos de evaluación de maestros, no son comprendidos aún por los docentes y por la sociedad, por ello los primeros no la aceptan y la sociedad –bajo el influjo de los medios- ve a los maestros que se resisten con poca solidaridad, porque se supone que los maestros no deben temer a los exámenes.


Lo visible es una desconfianza generalizada, en la que aparece por un lado, un gobierno que no logró convencer con una reforma educativa integral y mucho menos con sus estrategias para impulsarla. Así como una reforma que coloca el centro de sus acciones en evaluar a los docentes, sin convencer acerca de cómo la evaluación puede generar las nuevas identidades profesionales que se requieren para mejorar la calidad del desempeño de los maestros.


El investigador argentino Emilio Tenti, ya alertaba desde hace una década, que el oficio docente se estaba transformando, en formas tales que:


a)         La docencia ha sido una ocupación en desarrollo cuantitativo permanente, al ritmo de crecimiento  de la población, pero no de la economía o de otros aspectos políticos y sociales. Este crecimiento también ensanchó la burocracia administradora de la educación, que se ha convertido en un aparato enorme y pesado.


b)         El oficio de maestro es diverso y no homogéneo como se creía en el pasado. El cuerpo docente no sólo es más heterogéneo, sino que también adquiere grados crecientes de desigualdad de sus condiciones laborales. Hay una pérdida de estatus, reconocimiento y de posiciones en la estructura social. El deterioro de la profesión se aprecia en pérdidas no sólo del poder adquisitivo de sus salarios y empobrecimiento de los docentes, sino de pérdida del valor simbólico de la profesión ante la sociedad.


Asimismo Tenti afirma que debe comprenderse la molestia y resistencia de los maestros, que no necesariamente es oposición a los contenidos sino a las formas de llevar a cabo las reformas, así como a los retos de los contextos de su trabajo:


La distancia considerable entre el modo tradicional de hacer el trabajo y el que requieren las actuales circunstancias tecnológicas, sociales y políticas puede explicar una difusa actitud defensiva y de sospecha, y el rechazo automático ante cualquier propuesta de innovación. Podría decirse que en muchos casos, esta actitud no debe interpretarse como una oposición lisa y llana al contenido de las reformas, sino al contexto (escasez de tiempo y recursos) y al modo de llevarlas a cabo (percepción de escasa consulta y participación, defectos en la capacitación, etcétera). (Tenti, 2005:23)

Los maestros siguen siendo una pieza importante para favorecer los nuevos saberes, valores y actitudes que requiere la sociedad actual.


Una inserción más ventajosa en el sistema económico mundial requiere de nuevos perfiles e identidades de los maestros. Lo cierto es que la estrategia del gobierno no ha sido exitosa para generar una reforma que garantice las transformaciones esperadas en los maestros, se está haciendo sin consensos, con procedimientos autoritarios y amenazas más que con el diálogo y la negociación, centralizando más que descentralizando; criminalizando a los maestros que ejercen su derecho a manifestarse; sosteniendo el pesado poder sindical tradicional que se caracteriza por su desinterés por la calidad educativa y por su voracidad para acceder a curules y puestos políticos.


Se trata de un contexto de crisis para conducir por buen camino a ese “pesado elefante reumático y artrítico” que es la Secretaría de Educación, como afirmaba Reyes Heroles cuando fue secretario de la misma. Ya llevamos un rato esperando que pongan al frente de la SEP a  líderes intelectuales a la altura de las circunstancias, capaces de conocer y comprender  los alcances de la transformación educativa.


Cuando menos deberíamos exigir que ofrezcan alguna coherencia en lo que piden a los maestros, pues actualmente se les pide habilidades para integrar conocimientos nuevos, trabajar colegiadamente en consejos, atender a la diversidad y favorecer nuevas formas de convivencia, prevenir la violencia;  realizar proyectos institucionales para obtener recursos económicos para cuestiones básicas de infraestructura de las escuelas; conocer múltiples formas de evaluación y aplicarlas en su trabajo como herramientas pedagógicas; generar evidencias de los logros de aprendizaje de los niños a lo largo del año para mostrarlas cuando lo evalúen en el aula; actualizarse en software y habilidades digitales en forma permanente; estar conectados y enterados para usar recursos de este tipo en la enseñanza como lo indican los libros, así como para estar disponibles ante las autoridades centrales.


En realidad  los maestros rurales e indígenas, así como los que se ubican en contextos de pobreza -sean de naturaleza rural o urbana-, serán los mayormente afectados para cumplir los nuevos perfiles. Pues en estos contextos, no hay ni las condiciones básicas para la enseñanza, son escuelas pobres, que demandan otras políticas públicas, por lo que la imposición de prácticas educativas homogéneas, pueden generar enfado, insatisfacción y falta de cohesión entre los maestros.


  Para cerrar, recuperamos una cita de Carlos Ornelas, que enuncia otros aspectos éticos y prácticas deseables del trabajo de los maestros que se siguen demandando por la sociedad:}


El reconocimiento social al quehacer de los maestros sólo sucederá, si a cambio de su disposición gremialista asumen actitudes de apertura y comprensión a muchos otros profesionales que se ocupan de la educación y demuestran con hechos que su ética de trabajo se reproduce en el salón de clases (los valores y actitudes se enseñan mejor con el ejemplo que con la prédica): siendo puntuales, cumplidos, honestos y diligentes.[…] estas cualidades y su ejercicio cotidiano son indispensables para  formar esa ética del trabajo que tanto reclama el país. (Ornelas, 1995  :334)



Referencias bibliográficas:
Tenti Fanfani, Emilio, La condición docente. Análisis comparado de la Argentina, Brasil, Perú y Uruguay, IIEP, UNESCO, Siglo XXI, Argentina, 2005.
Ornelas, Carlos, El sistema educativo mexicano. La transición de fin de siglo, Fondo de Cultura Económica, CIDE, México, 1995 (1ª, ed.), 2000.



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