El acoso
sexual es una conducta no deseada de naturaleza sexual,
en el lugar
de trabajo,
que hace que
la persona se sienta ofendida, humillada y/o intimidada.
Es un
término relativamente reciente que describe un problema antiguo.
OIT, 2014
Las conductas que
pueden constituir acoso y hostigamiento sexual en el ámbito laboral o
educativo, pueden ser: burlas, bromas comentarios o preguntas incomodas con
connotación lasciva o sobre su vida sexual; los piropos o comentarios no
deseados acerca de su apariencia; las
miradas morbosas o gestos sugestivos que molesten; las llamadas telefónicas o
mensajes por correo electrónico de naturaleza sexual no deseada a través de
medios oficiales; el contacto físico innecesario y no deseado, como roces y
caricias; las imágenes de naturaleza sexual que incomoden, tales como carteles,
calendarios, pantallas de computadora, de celulares, etc.; supeditar cualquier
calificación a cambio de favores o relaciones sexuales; presiones para aceptar
invitaciones a encuentros o citas no deseadas fuera del centro escolar u
oficina; amenazas diversas que afecten negativamente su situación escolar o
laboral, generadas por no aceptar invitaciones o propuestas sexuales; conductas
que ejerzan presión para tener relaciones sexuales.
Las mujeres, que son las que mayor
violencia, acoso y hostigamiento sexual, reciben en sus espacios laborales y
escolares, tienen toda la razón en promover cambios de fondo, para defender su
derecho a un trabajo remunerado donde lo que prevalezca en el en ambiente
laboral sea el profesionalismo, la colaboración, la confianza y el respeto a
los derechos humanos. El trabajo debe ser un espacio generador de igualdad y
libre de violencia hacia las mujeres.
Es importante señalar, que algunas
instituciones, organizaciones y negocios, violentan constantemente la ley, pues
hacen del sexismo su forma cotidiana de “vender un producto”, colocando a las
empleadas en ambientes hostiles y miserables:
Tomemos como ejemplo
el caso del ambiente laboral que se vive en la cocina de una conocida
franquicia de restaurantes, que sólo contrata jóvenes menores de 30 años,
generalmente colocando a las mujeres en la cocina, a los hombres en el bar y
como jefes y chefs. En un testimonio de una de sus empleadas, nos comenta que
en este restaurante los trabajadores varones se refieren a sus compañeras como
“bonita”, “muñequita”, “mamacita”, “pequeña” y otros nombres supuestamente
cariñosos que las cosifican, en lugar de llamarlas por sus nombres o con un
simple “compañera”, lo cual denotaría una relación de respeto e igualdad dentro
del espacio laboral. Afortunadamente no nos piden ir de falda, -todos usan
pantalón, playera, cofia y botas- nos dice, porque a lo largo de la jornada,
las empleadas sufrimos diversas clases de contacto físico no deseado
de índole sexual por parte de nuestros compañeros. Ellos lo ven como si fueran
las conductas “normales” de un hombre, dentro las actividades laborales, por
ejemplo: tomarlas de la cintura para moverlas hacia un lado, en lugar de
pedirles permiso para pasar, cargarlas por diversión para mostrar su fuerza;
abrazarlas o tomarlas de los hombros sin su consentimiento; frotar su cuerpo al
pasar detrás de ellas, etc.
Otra práctica común
de los varones que trabajan aquí, nos dice nuestra informante, es la de
“acorralar” a las compañeras que van solas a la bodega o a la cámara de
refrigeración de alimentos, para hacerles insinuaciones de índole sexual,
“hacerse los enamorados”, esta conducta declaradamente amenazante para las
mujeres, para ellos es un flirteo cotidiano, un coqueteo o un juego, que
festejan con risas, entre ellos. El gerente, también participa de la
construcción de este ambiente de acoso hacia las mujeres, bien sea por
colaboración directa o por omisión.
Estas prácticas de
violencia, entre otras, mantienen a las trabajadoras en una situación de alerta
constante, pues representan una amenaza real para su salud, integridad,
dignidad y seguridad. Mientras que un hombre que trabaja en esta cocina tiene
que preocuparse únicamente por realizar sus actividades laborales, las mujeres
tienen que preocuparse también por su seguridad dentro del espacio de trabajo y
por diseñar estrategias, para protegerse entre ellas, de las posibles
agresiones de sus compañeros. Una medida puntual, por ejemplo, nos dice nuestra
informante, es el evitar ir solas a la bodega o a otros espacios aislados, y
estar al pendiente de que las compañeras que fueron solas, regresen pronto.
El velar
constantemente por su seguridad y enfrentar diversas situaciones de acoso y
hostigamiento a lo largo del día, le genera a las trabajadoras complicaciones
específicas durante el desempeño de su trabajo a lo largo de la jornada,
incrementa la situación de estrés que viven cotidianamente, limita sus
libertades de acción y merma sus derechos laborales, colocándolas así en una
situación de discriminación por razones de género y de desigualdad en sus
condiciones laborales.
Muchas de estas
conductas son invisibilizadas debido a que se consideran como parte “normal” de
la socialización entre hombres y mujeres. Sin embargo, la diferencia
fundamental que existe entre el “coqueteo” y las acciones de hostigamiento
sexual es que éstas últimas son impuestas a la persona que las recibe, dentro
de una relación de desigualdad y le resultan indeseadas y desagradables. No
debe confundirse por lo tanto con una relación amistosa o de mutuo acuerdo.
El acoso y
hostigamiento sexual acarrean serios problemas y sufrimiento para las víctimas,
afectan su salud, su integridad y su dignidad, además de enfrentarlas con el
riesgo de perder su trabajo lo cual afecta también su carrera laboral y su
seguridad financiera, así como la de sus familias. Estas formas de violencia
afectan a la sociedad en su conjunto al favorecer que las condiciones de
discriminación permanezcan en el ámbito laboral, excluyendo así a las mujeres
de una realización profesional plena y de un goce efectivo de sus derechos
laborales y de sus derechos humanos, y con ello de una mejor calidad de vida.
De allí la
importancia de lograr espacios laborales seguros para las mujeres y ambientes
laborales sanos, que no pongan en riesgo a sus trabajadoras ni violen sus
derechos. Para ello, es importante detectar cómo andan las instituciones al
respecto, contar con instrumentos y protocolos para enfrentar y sancionar los
casos que se presenten y sobre todo trabajar en la prevención de estas
conductas en forma permanente, incluyendo para ello talleres y capacitación
dirigidos especialmente a cambiar las conductas machistas de los empleados
varones, promoviendo nuevas masculinidades.
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