jueves, 10 de septiembre de 2015

Para crear ambientes laborales y educativos no sexistas: no más impunidad ante el acoso y hostigamiento sexual (Parte 2)

El acoso sexual es una conducta no deseada de naturaleza sexual,
en el lugar de trabajo,
que hace que la persona se sienta ofendida, humillada y/o intimidada.
Es un término relativamente reciente que describe un problema antiguo.

OIT,  2014




Las conductas que pueden constituir acoso y hostigamiento sexual en el ámbito laboral o educativo, pueden ser: burlas, bromas comentarios o preguntas incomodas con connotación lasciva o sobre su vida sexual; los piropos o comentarios no deseados acerca de su apariencia;  las miradas morbosas o gestos sugestivos que molesten; las llamadas telefónicas o mensajes por correo electrónico de naturaleza sexual no deseada a través de medios oficiales; el contacto físico innecesario y no deseado, como roces y caricias; las imágenes de naturaleza sexual que incomoden, tales como carteles, calendarios, pantallas de computadora, de celulares, etc.; supeditar cualquier calificación a cambio de favores o relaciones sexuales; presiones para aceptar invitaciones a encuentros o citas no deseadas fuera del centro escolar u oficina; amenazas diversas que afecten negativamente su situación escolar o laboral, generadas por no aceptar invitaciones o propuestas sexuales; conductas que ejerzan presión para tener relaciones sexuales.


Las mujeres, que son las que mayor violencia, acoso y hostigamiento sexual, reciben en sus espacios laborales y escolares, tienen toda la razón en promover cambios de fondo, para defender su derecho a un trabajo remunerado donde lo que prevalezca en el en ambiente laboral sea el profesionalismo, la colaboración, la confianza y el respeto a los derechos humanos. El trabajo debe ser un espacio generador de igualdad y libre de violencia hacia las mujeres.


Es importante señalar, que algunas instituciones, organizaciones y negocios, violentan constantemente la ley, pues hacen del sexismo su forma cotidiana de “vender un producto”, colocando a las empleadas en ambientes hostiles y miserables:


Tomemos como ejemplo el caso del ambiente laboral que se vive en la cocina de una conocida franquicia de restaurantes, que sólo contrata jóvenes menores de 30 años, generalmente colocando a las mujeres en la cocina, a los hombres en el bar y como jefes y chefs. En un testimonio de una de sus empleadas, nos comenta que en este restaurante los trabajadores varones se refieren a sus compañeras como “bonita”, “muñequita”, “mamacita”, “pequeña” y otros nombres supuestamente cariñosos que las cosifican, en lugar de llamarlas por sus nombres o con un simple “compañera”, lo cual denotaría una relación de respeto e igualdad dentro del espacio laboral. Afortunadamente no nos piden ir de falda, -todos usan pantalón, playera, cofia y botas- nos dice, porque a lo largo de la jornada, las empleadas  sufrimos  diversas clases de contacto físico no deseado de índole sexual por parte de nuestros compañeros. Ellos lo ven como si fueran las conductas “normales” de un hombre, dentro las actividades laborales, por ejemplo: tomarlas de la cintura para moverlas hacia un lado, en lugar de pedirles permiso para pasar, cargarlas por diversión para mostrar su fuerza; abrazarlas o tomarlas de los hombros sin su consentimiento; frotar su cuerpo al pasar detrás de ellas, etc.


Otra práctica común de los varones que trabajan aquí, nos dice nuestra informante, es la de “acorralar” a las compañeras que van solas a la bodega o a la cámara de refrigeración de alimentos, para hacerles insinuaciones de índole sexual, “hacerse los enamorados”, esta conducta declaradamente amenazante para las mujeres, para ellos es un flirteo cotidiano, un coqueteo o un juego, que festejan con risas, entre ellos. El gerente, también participa de la construcción de este ambiente de acoso hacia las mujeres, bien sea por colaboración directa o por omisión.


Estas prácticas de violencia, entre otras, mantienen a las trabajadoras en una situación de alerta constante, pues representan una amenaza real para su salud, integridad, dignidad y seguridad. Mientras que un hombre que trabaja en esta cocina tiene que preocuparse únicamente por realizar sus actividades laborales, las mujeres tienen que preocuparse también por su seguridad dentro del espacio de trabajo y por diseñar estrategias, para protegerse entre ellas, de las posibles agresiones de sus compañeros. Una medida puntual, por ejemplo, nos dice nuestra informante, es el evitar ir solas a la bodega o a otros espacios aislados, y estar al pendiente de que las compañeras que fueron solas, regresen pronto.


El velar constantemente por su seguridad y enfrentar diversas situaciones de acoso y hostigamiento a lo largo del día, le genera a las trabajadoras complicaciones específicas durante el desempeño de su trabajo a lo largo de la jornada, incrementa la situación de estrés que viven cotidianamente, limita sus libertades de acción y merma sus derechos laborales, colocándolas así en una situación de discriminación por razones de género y de desigualdad en sus condiciones laborales.


Muchas de estas conductas son invisibilizadas debido a que se consideran como parte “normal” de la socialización entre hombres y mujeres. Sin embargo, la diferencia fundamental que existe entre el “coqueteo” y las acciones de hostigamiento sexual es que éstas últimas son impuestas a la persona que las recibe, dentro de una relación de desigualdad y le resultan indeseadas y desagradables. No debe confundirse por lo tanto con una relación amistosa o de mutuo acuerdo.


El acoso y hostigamiento sexual acarrean serios problemas y sufrimiento para las víctimas, afectan su salud, su integridad y su dignidad, además de enfrentarlas con el riesgo de perder su trabajo lo cual afecta también su carrera laboral y su seguridad financiera, así como la de sus familias. Estas formas de violencia afectan a la sociedad en su conjunto al favorecer que las condiciones de discriminación permanezcan en el ámbito laboral, excluyendo así a las mujeres de una realización profesional plena y de un goce efectivo de sus derechos laborales y de sus derechos humanos, y con ello de una mejor calidad de vida.


De allí la importancia de lograr espacios laborales seguros para las mujeres y ambientes laborales sanos, que no pongan en riesgo a sus trabajadoras ni violen sus derechos. Para ello, es importante detectar cómo andan las instituciones al respecto, contar con instrumentos y protocolos para enfrentar y sancionar los casos que se presenten y sobre todo trabajar en la prevención de estas conductas en forma permanente, incluyendo para ello talleres y capacitación dirigidos especialmente a cambiar las conductas machistas de los empleados varones, promoviendo nuevas masculinidades.

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