miércoles, 13 de agosto de 2014

La sorpresiva expropiación de la industria petrolera

El 23 de marzo de 1938, el Presidente de México, Lázaro Cárdenas,  escribió en su diario, recordando los acontecimientos de los días anteriores: “Siendo las 3 hrs. del 19 (sábado) firmé en palacio el decreto de expropiación que formularon los señores licenciados Eduardo Suárez, Raúl Castellano, Antonio Villalobos, Enrique Calderón, el secretario de Economía Efraín Buenrostro y el ingeniero Manuel Santillán, director de la Administración General del Petróleo. […] con un acto así, México contribuye con los demás países de Hispanoamérica para que se sacudan un tanto la dictadura económica del capitalismo imperialista.”

Pero además registró “He hablado al pueblo pidiendo su respaldo, no sólo por la reivindicación de la riqueza petrolera, sino por la dignidad de México que pretenden burlar extranjeros que han obtenido grandes beneficios de nuestros recursos naturales, y que abusan considerándose ajenos a los problemas del país.”

Las compañías se habían negado a otorgar aumento salarial a los trabajadores mexicanos que ganaban sueldos inferiores a los mineros y a los ferrocarrileros. Se negaban a acatar las disposiciones de los jueces mexicanos para resolver el conflicto salarial. Asimismo señalaban que no tenían utilidades y que requerían más apoyos y libertades por parte del gobierno para hacer las grandes inversiones que implicaba la industria petrolera.

Un grupo de peritos enviados por el presidente, demostró que las empresas mentían en cada punto. Incluso eran ampliamente conocidas las amenazas para que el gobierno no interfiriera en las actividades de las empresas petroleras.

Desde treinta años atrás, por ejemplo en Veracruz, el  Gral. Cándido Aguilar fue amenazado por el General norteamericano, Fletcher, quien le dijo que de no retirarse de la zona petrolera de la región de Tuxpan en 24 horas, enviaría tropas de desembarco de los Estados Unidos para garantizar la vida e intereses de los ciudadanos americanos. El General Aguilar estaba atento a los 13 barcos americanos que fondeaban la laguna de Tamiahua. La respuesta de Aguilar, fue definitiva, no estaban en peligro las vidas de los ciudadanos norteamericanos y sus familias, pero “de llegar a cabo la amenaza de desembarcar tropas de los Estados Unidos en territorio mexicano, me veré obligado a combatirlas, a incendiar los pozos petroleros que están en la región de mi dependencia..  “ escribió  “comprendí que si abandonábamos la zona petrolera no tendríamos ya poder sobre nuestras propias fuerzas, sentando un precedente fatal para el país, al aceptar que una potencia extranjera expulsara a los mexicanos de su propio territorio”.

La noche del 18 de marzo de 1938, cuando el Presidente Cárdenas emitió por radio su discurso a la nación, fue claro al afirmar que la riqueza potencial de la industria petrolera no había llegado a los mexicanos, que las empresas, explotaban el trabajo nativo en formas humillantes, que no pagaban impuestos y que hacían un conjunto de trampas legales para evitar mostrar sus ganancias reales. Que disfrutaban de privilegios económicos y tolerancia gubernamental, pues incluso tenían su policía privada que cometía asesinatos y abusos contra los trabajadores y la población.        

Las empresas, insistía el presidente, incluso en las comunidades circundantes a las explotaciones petroleras, no fundaban progreso alguno, ni hospitales ni escuelas. Dañaban la naturaleza y no hacían obras para mejorar la vida de los habitantes, ni mejoras de agua y saneamiento, ni plantas de luz.  En contraste, el personal extranjero vivía con mucho confort, en colonias elegantes, con refrigeración, sanidad y lujos.

Cerró su discurso diciéndose esperanzado de las virtudes de la expropiación de la industria petrolera: “Hoy podrá la nación fincar buena parte de su crédito en la industria del petróleo y desarrollar con amplitud su economía”.

Es decir, desde 1901  ya se habían experimentado en México, formas libres de hacer concesiones para la explotación privada de la industria petrolera con resultados empobrecedores para los trabajadores, los pueblos y la soberanía nacional.

Los gobernantes de entonces quizá no hubieran tenido que expropiar nada, si no hubiera sido por la arrogancia y voracidad de los empresarios petroleros.

La presión internacional para privatizar la industria del petróleo ha sido permanente, desde su surgimiento,  las empresas interesadas invierten grandes cantidades en peritos financieros y técnicos que defienden las medidas antiestatistas.

Hace 76 años el presidente mexicano recibía el apoyo total de su pueblo y la crítica de la prensa extranjera.

La sorpresa internacional por la noticia de la expropiación de los bienes de las empresas petroleras británicas y norteamericanas, no se dejó esperar.  En los diarios se llamó a los mexicanos como ladrones y bandidos. Se convocaba al gobierno de los Estados Unidos a obligar a los mexicanos a que devolvieran los bienes expropiados, aunque para ello hicieran uso de la fuerza y hubiera una guerra contra México.

Ante la actual reforma petrolera, vale la pena revisar en la memoria, las grandes estrategias y deudas que enfrentamos ayer y hoy, para aprovechar el potencial de la industria del petróleo. Los ciudadanos debemos estar alertas para comprender los nuevos discursos y reconocer a los nuevos actores políticos que emergen con el deseo de capitalizar política y económicamente el potencial –inmenso y aparentemente inaprensible para el pueblo- que representa el oro negro.

Nota: las citas que se incluyen, fueron tomadas del texto testimonial de un activo colaborador de Cárdenas: Gustavo Corona Figueroa, Lázaro Cárdenas y la expropiación de la Industria Petrolera en México. Bib. de Nicolaitas notables, No. 56, Morelia, Mich, México, 1996.


  

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