El 23 de marzo de 1938, el
Presidente de México, Lázaro Cárdenas,
escribió en su diario, recordando los acontecimientos de los días
anteriores: “Siendo las 3 hrs. del 19 (sábado) firmé en palacio el decreto de
expropiación que formularon los señores licenciados Eduardo Suárez, Raúl
Castellano, Antonio Villalobos, Enrique Calderón, el secretario de Economía
Efraín Buenrostro y el ingeniero Manuel Santillán, director de la Administración
General del Petróleo. […] con un acto así, México contribuye con los demás
países de Hispanoamérica para que se sacudan un tanto la dictadura económica
del capitalismo imperialista.”
Pero además registró “He
hablado al pueblo pidiendo su respaldo, no sólo por la reivindicación de la
riqueza petrolera, sino por la dignidad de México que pretenden burlar
extranjeros que han obtenido grandes beneficios de nuestros recursos naturales,
y que abusan considerándose ajenos a los problemas del país.”
Las compañías se habían
negado a otorgar aumento salarial a los trabajadores mexicanos que ganaban
sueldos inferiores a los mineros y a los ferrocarrileros. Se negaban a acatar
las disposiciones de los jueces mexicanos para resolver el conflicto salarial.
Asimismo señalaban que no tenían utilidades y que requerían más apoyos y
libertades por parte del gobierno para hacer las grandes inversiones que
implicaba la industria petrolera.
Un grupo de peritos enviados
por el presidente, demostró que las empresas mentían en cada punto. Incluso
eran ampliamente conocidas las amenazas para que el gobierno no interfiriera en
las actividades de las empresas petroleras.
Desde treinta años atrás,
por ejemplo en Veracruz, el Gral.
Cándido Aguilar fue amenazado por el General norteamericano, Fletcher, quien le
dijo que de no retirarse de la zona petrolera de la región de Tuxpan en 24
horas, enviaría tropas de desembarco de los Estados Unidos para garantizar la
vida e intereses de los ciudadanos americanos. El General Aguilar estaba atento
a los 13 barcos americanos que fondeaban la laguna de Tamiahua. La respuesta de
Aguilar, fue definitiva, no estaban en peligro las vidas de los ciudadanos
norteamericanos y sus familias, pero “de llegar a cabo la amenaza de
desembarcar tropas de los Estados Unidos en territorio mexicano, me veré
obligado a combatirlas, a incendiar los pozos petroleros que están en la región
de mi dependencia.. “ escribió “comprendí que si abandonábamos la zona
petrolera no tendríamos ya poder sobre nuestras propias fuerzas, sentando un
precedente fatal para el país, al aceptar que una potencia extranjera expulsara
a los mexicanos de su propio territorio”.
La noche del 18 de marzo de
1938, cuando el Presidente Cárdenas emitió por radio su discurso a la nación,
fue claro al afirmar que la riqueza potencial de la industria petrolera no
había llegado a los mexicanos, que las empresas, explotaban el trabajo nativo
en formas humillantes, que no pagaban impuestos y que hacían un conjunto de
trampas legales para evitar mostrar sus ganancias reales. Que disfrutaban de
privilegios económicos y tolerancia gubernamental, pues incluso tenían su
policía privada que cometía asesinatos y abusos contra los trabajadores y la
población.
Las empresas, insistía el
presidente, incluso en las comunidades circundantes a las explotaciones
petroleras, no fundaban progreso alguno, ni hospitales ni escuelas. Dañaban la
naturaleza y no hacían obras para mejorar la vida de los habitantes, ni mejoras
de agua y saneamiento, ni plantas de luz.
En contraste, el personal extranjero vivía con mucho confort, en
colonias elegantes, con refrigeración, sanidad y lujos.
Cerró su discurso diciéndose
esperanzado de las virtudes de la expropiación de la industria petrolera: “Hoy
podrá la nación fincar buena parte de su crédito en la industria del petróleo y
desarrollar con amplitud su economía”.
Es decir, desde 1901 ya se habían experimentado en México, formas
libres de hacer concesiones para la explotación privada de la industria
petrolera con resultados empobrecedores para los trabajadores, los pueblos y la
soberanía nacional.
Los gobernantes de entonces
quizá no hubieran tenido que expropiar nada, si no hubiera sido por la
arrogancia y voracidad de los empresarios petroleros.
La presión internacional
para privatizar la industria del petróleo ha sido permanente, desde su
surgimiento, las empresas interesadas
invierten grandes cantidades en peritos financieros y técnicos que defienden
las medidas antiestatistas.
Hace 76 años el presidente
mexicano recibía el apoyo total de su pueblo y la crítica de la prensa
extranjera.
La sorpresa internacional
por la noticia de la expropiación de los bienes de las empresas petroleras
británicas y norteamericanas, no se dejó esperar. En los diarios se llamó a los mexicanos como
ladrones y bandidos. Se convocaba al gobierno de los Estados Unidos a obligar a
los mexicanos a que devolvieran los bienes expropiados, aunque para ello
hicieran uso de la fuerza y hubiera una guerra contra México.
Ante la actual reforma
petrolera, vale la pena revisar en la memoria, las grandes estrategias y deudas
que enfrentamos ayer y hoy, para aprovechar el potencial de la industria del
petróleo. Los ciudadanos debemos estar alertas para comprender los nuevos
discursos y reconocer a los nuevos actores políticos que emergen con el deseo
de capitalizar política y económicamente el potencial –inmenso y aparentemente
inaprensible para el pueblo- que representa el oro negro.
Nota: las citas que se
incluyen, fueron tomadas del texto testimonial de un activo colaborador de
Cárdenas: Gustavo Corona Figueroa, Lázaro Cárdenas y la expropiación de la
Industria Petrolera en México. Bib. de Nicolaitas notables, No. 56, Morelia,
Mich, México, 1996.
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