En 1938 el gobierno
cardenista emprendió la expropiación de la industria del petróleo. Básicamente
se trataba de cinco capitales de la explotación petrolera, según Lorenzo Meyer:
La Huasteca y El Águila, que tenían unos 200 millones de dólares invertidos en
equipo y concesiones de terrenos por cerca de un millón de hectáreas. Le seguían
en importancia, la Standar Oil, la Corona y la Sinclair. En 1934 también
actuaba Petromex de capital mexicano, con muy poca importancia económica aún.1
Es estado Cardenista se
había procurado una fuerte base social, no apoyó las posturas antisindicalistas
de Calles y arribaba a nuevas alianzas
corporativistas de los trabajadores con el deseo de construir un gobierno
basado en el apoyo popular. De esta manera en 1936 se fundó la CTM Central de
Trabajadores de México, que reunía a una gran cantidad de sindicatos pequeños y
medianos de todo el país.
Cuando Cárdenas decide
expropiar la industria petrolera, eran momentos en los que contaba con un
fuerte apoyo del nuevo sindicalismo y además había logrado crear un ejército
centralizado, así como el gradual desarme de diferentes grupos armados
regionales.
Se sentaban las bases de la
legitimidad factual de un estado basado
en una tradición liberal, en la no reelección y el nacionalismo
revolucionario como ideología
hegemónica. Todos aquellos que no respaldaran estos principios quedaban en la
ilegitimidad. Como le sucedió al Caudillo potosino Saturnino Cedillo, que
deseaba seguir controlando el poder regional y para ello acudía a las viejas
formas tradicionales de control sostenida por grupos armados de campesinos. Cárdenas promovía una nueva configuración de
la clase política, estaba consciente de su heterogeneidad y poco a poco iba socavando los autoritarismos
regionales.
La expropiación demostró la
fuerza de las nuevas bases de legitimidad del estado posrevolucionario, pues
aunque en San Luis Potosí estaba un fuerte grupo armado, opositor a Cárdenas,
no funcionó como en el pasado.
Mateo Hernández Netro, gobernador Cedillista, fue quien promovió el desconocimiento de Cárdenas como Presidente. Este levantamiento
contra el poder central, fue conocido como la Rebelión Cedillista, surgió en el
contexto de la expropiación petrolera y en momentos en que México era
condenado por la prensa internacional y
fustigado por la diplomacia estadounidense y británica, para restablecer el
poder de las compañías petroleras.
Cárdenas siguió dando
sorpresas, el 18 de mayo se presentó en San Luis Potosí, “para rasurar al león
en su propia jaula” como se solía decir. Antes de que hubiera más adhesiones de
otros estados, llegó a enfrentar el problema. Caminó sin guardia, por plazas y
calles y desde el balcón del palacio de gobierno llamó a los potosinos a que no
apoyaran la rebelión cedillista:
Penoso es confesar que aquí,
en San Luis Potosí, se vive en inquietud, se habla de sublevaciones,
señalándose como causante de todo ello al general Saturnino Cedillo, quien a
pesar de que la expropiación petrolera ha hecho vibrar en todos los corazones
mexicanos la emoción más viva al ver desplazadas a las compañías extranjeras
[…] viene dedicándose desde hace tiempo a actividades subversivas; tratando de
hacer proselitismo para una rebelión, sin conseguirlo, pues el pueblo está
solidarizado con el gobierno para resguardar los intereses de la patria, antes
que servir de factor para satisfacer pasiones internas que deberían olvidarse
en estos momentos de prueba que vive el país.2
Cárdenas se quedó varios días e incluso hizo
giras por Matehuala y Rio Verde, recibiendo entusiasta apoyo de sindicatos y
grupos organizados. El gobernador Netro se escondió en algún lugar de la ciudad
y Saturnino Cedillo se replegó hacia la región huasteca. Aunque la hermana de
Cedillo habló con Cárdenas y obtuvo una amnistía y un salvoconducto para salvar
la vida del caudillo, este continuó en rebelión. Días después, sus tropas
volaron trenes en Ciudad Cárdenas y
descarrilaron el tren de pasajeros a Laredo. Sobrevolaban constantemente con
aviones la casa donde se estableció el presidente.
En respuesta, el poder central se afianzó en toda forma en
la entidad. Promovió la anulación de los poderes del ejecutivo, legislativo y
judicial, de San Luis Potosí. Para el 28 de mayo ya había nuevo gobernador, el
General de división Genovevo Rivas Guillén y para el 29 de mayo la esposa e
hijas de Saturnino Cedillo estaban saliendo rumbo a Estados Unidos y el
depuesto gobernador Hernández Netro se rindió en forma incondicional.
Pronto se multiplicaron los apoyos locales y regionales a la obra cardenista.
Llegaron a San Luis múltiples telegramas de adhesión de gobernadores y
senadores, incluidos los de muchos excallistas.
Cárdenas tomo una medida
audaz e incluso temeraria, al presentarse en San Luis, y rodeado de enemigos,
convocar a fortalecer la legitimidad del estado, al decir que la actitud de Cedillo era
injustificada, antirrevolucionaria, antipatriótica, restándole así cualquier
legitimidad a los alzados y a las viejas prácticas donde pasiones internas se
anteponían a los intereses de la patria.
Cedillo decidió seguir en
combate contra el ejército federal por más tiempo y murió marcado como antipatriota, el 10 de
enero de 1939.
Después de 1938, las
reformas cardenistas perdieron impulso, en parte por las fuertes presiones
externas, pues la venta del petróleo mexicano que prometía ser todo un éxito
por sus bajos precios, era bloqueada por los Estados Unidos en el mercado
internacional, lo mismo que la venta de plata y otros productos.
El carismático General, ya
no pudo hacer otros de sus proyectos, por ejemplo, la expropiación de las
empresas mineras que tanto hubieran cambiado el perfil de nuestra región. Decidió continuar con la reforma agraria, -que también fue muy criticada
por los norteamericanos-, aunque en formas menos vigorosas.
Uno de los aportes más
duradero del cardenismo, no hay que olvidarlo, no fue económico, sino político.
Fue el fortalecimiento de las bases de legitimidad de un estado corporativo,
amparado en la ideología de la Revolución Mexicana, centralizado y fuerte, que
sigue funcionando pese a todo.
Paradójicamente, son esas bases, las que ahora permiten que la actual
clase política emprenda nuevas reformas estructurales, mismas que les generan
un gran reto, puesto que quienes las impulsan, aún no convencen a la población
de que son reformas y medidas patrióticas, ni históricamente
indispensables, ni existe confianza en
la eficacia y honestidad con que se negocian.
1 Lorenzo Meyer, México y los Estados Unidos en el conflicto
petrolero (1917-1942), El Colegio de México, México, 1972.
2 Discurso del Presidente
Cárdenas, 18 de mayo de 1938, citado por Gustavo Corona Figueroa, Lázaro
Cárdenas y la expropiación de la Industria Petrolera en México. Bib. de
Nicolaitas notables, No. 56, Morelia, Mich, México, 1996, p.358.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario