miércoles, 5 de noviembre de 2014

Para favorecer la equidad de género y autonomía de las mujeres

“Si bien las mujeres contribuyen a la economía
y a la productividad en todo el mundo,
siguen enfrentando muchos obstáculos
que les impiden realizar su pleno potencial económico.
Esto no sólo inhibe a las mujeres,
además frena el rendimiento económico y el crecimiento”.

Michelle Bachelet  ONU-MUJERES 2014.


Uno de los objetivos del Milenio que ha suscrito el gobierno de México es el de avanzar en la autonomía económica de las mujeres para lograr una mayor equidad de género.

En México hay más de 2.5 millones de mujeres que están en edad de trabajar, que están viviendo en extrema pobreza, en situaciones de dependencia y desempleo. Tan solo en las ciudades, en donde las mujeres podrían tener mayores opciones para emplearse, solo lo consigue un 51% de las que están en edad de tener un empleo remunerado, frente a un 81% de hombres que lo consiguen incluso en mejores condiciones. El acceso al empleo es uno de los garantes de la autonomía de las mujeres.

Es ampliamente conocido que empresarios, empleadores y hasta los sindicatos, mantienen políticas muy tradicionales y sexistas, al asumir que los puestos de trabajo deben tener un único perfil de género, generalmente dejan a las mujeres fuera de las mejores posiciones laborales, en sitios muy acotados y estereotipados. Es decir se mantienen erróneas creencias de que las mujeres sólo pueden realizar tareas secretariales o de limpieza y cuidado y se les niegan opciones de oficios con liderazgo que podrían favorecerles el desarrollo de nuevas habilidades para el trabajo.

Ahora sabemos que hombres y mujeres, por socialización, pueden aprender a realizar las mismas tareas. Por ejemplo los hombres pueden limpiar y cuidar tanto como las mujeres pueden dirigir y tomar decisiones importantes. Ambos pueden aprender nuevas técnicas y tecnologías para producir bienes, en formas exitosas para la sociedad.

No obstante, debido a viejas creencias y estereotipos, los patrones desestimulan a las mujeres para que avancen en sus carreras laborales, con contratos o reglamentos limitativos o discriminatorios. Incluso es conocido que en los altos puestos de gerencia, por costumbre se asignan solo a varones. En la experiencia internacional se ha llamado a este fenómeno “techos de cristal”, que es reconocido como un bloqueo intencional e inconsciente que impide que las mujeres lleguen al punto más alto de las estructuras laborales y profesionales. Según Mabel Murín, se denomina “Techos de cristal”  a una especie de superficie superior invisible en la carrera laboral de las mujeres, difícil de traspasar y que les impide seguir avanzando. Se dice que es un techo invisible porque no existen leyes ni dispositivos sociales establecidos, ni códigos visibles, que impongan claramente a las mujeres semejante limitación, sino que está construido sobre la base de otros rasgos que por su invisibilidad son difíciles de detectar. Finalmente los datos hablan y muestran que las mujeres no llegan a los puestos más altos y que incluso en los sindicatos no llegan a ocupar los liderazgos más importantes.

Si esto pasa a mujeres educadas, con experiencia y habilidades de alto nivel, pensemos en el gran reto que hay para las mujeres pobres, con escasa educación y en las que se carga el trabajo doméstico, el cuidado de hijos, esposo, personas discapacitadas, ancianos, etc. Es este grupo de mujeres el que no tiene autonomía económica aunque trabaje mucho cada día. Esto quiere decir que una gran cantidad de fuerza laboral femenina se va al trabajo informal y a las actividades de cuidado de otros en casa, sin remuneración alguna. Muchas mujeres asimismo siguen siendo formadas en la ideología de depender de un proveedor varón.

En este sentido, incluir la perspectiva de género en la educación de las niñas y las jóvenes, les ayudará a comprender que todos los seres humanos tenemos derecho al conocimiento y a la realización en un oficio o profesión que contribuya a generar bienestar y desarrollo social y económico. Asimismo que todas las mujeres tienen derecho al trabajo digno y a mantenerse en sus empleos, sin ser víctimas de acoso ni de explotación.

Los estados que invierten esfuerzos y recursos para reducir las asimetrías de género en el empleo, logran mejores niveles de bienestar y avanzan más rápido en el combate a la pobreza. Pues como se sabe las mujeres que tienen salario y prestaciones constituyen una excelente inversión social, pues lo llevan a la familia y lo invierten en la educación de los hijos. A nivel de políticas públicas es fundamental extender la seguridad  y protección social a las mujeres, tanto como la educación y la dotación de servicios públicos eficientes. Ello puede contribuir a restarles vulnerabilidad social en las actuales economías.

En nuestro país aplican las recomendaciones que hiciera la Organización Internacional del Trabajo (OIT) desde hace décadas, en el sentido de que requerimos una intensa labor en los hogares para reducir los prejuicios de género, para que las mujeres aspiren a carreras y profesiones diversas y también para generar una nueva cultura del trabajo en casa, para que las tareas domésticas sean realizadas por hombres y mujeres.

Toca al Estado generar acciones para combatir las desigualdades de oportunidades de empleo entre hombres y mujeres. Así como realizar campañas de sensibilización para cambiar los estereotipos de género y para garantizar la implementación de la legislación contra la discriminación laboral de las mujeres.

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