“En … Santa Rita,
municipio de Tacámbaro,
la maestra María
Salud Morales fue asesinada alrededor de las cuatro de la tarde del 16 de junio
de 1937 [según el Diario El Machete]
La profesora
Morales, ha dado un ejemplo de entrega y de sacrificio.
Desde que llegó al
lugar notó la oposición
de un grupo de
fanáticos que trataron de amedrentarla para que se fuera.
La profesora, comprendiendo el peligro en que
se encontraba, se negó a salir del lugar, pero si se procuró una pistola.
Con ella, la
maestra impuso respeto a los cristeros
que en muchas
ocasiones trataron de asaltarla
en el trayecto del
pueblo de Tecario a la escuela.
En otra ocasión los
cristeros incendiaron la escuela.. […]
agredieron a la
maestra dentro de la escuela,
y sorprendiéndola
cuando estaba desarmada
la mataron a golpes
con palos y piedras.”
Citado
por David L Raby, (1974; 150-151.)
En
la historia de las mujeres mexicanas, deberían aparecer en una posición
importantísima, las maestras de escuela, que desde que aparecieron como
trabajadoras del estado a finales del siglo XIX, han cumplido el papel de
apoyar la secularización de la educación de las masas, de impulsar la
alfabetización de las clases subalternas, de promover la inclusión de prácticas
educativas modernas y más aún de ser los modelos de mujer profesional y
autónoma, que eran y son ejemplo y han marcado el ritmo de cambio del resto de
mujeres y niñas.
Durante
el Régimen de Porfirio Díaz se empezó a hablar de modernizar la educación,
siguiendo las pautas europeas, por entonces el pedagogo Pestalozzi, planteaba
que las mujeres podrían incorporarse en formas excelentes al magisterio, que
por entonces era un oficio de hombres. A finales del siglo XIX se abrieron
escuelas para formar maestras, eran escuelas secundarias, academias y colegios
y posteriormente con la fundación de las primeras normales para mujeres,
aparecieron las primeras normalistas formadas en las ideas avanzadas de la
pedagogía objetiva y moderna.
En
México, estas maestras eran visibles en las grandes ciudades al frente de los
colegios de niñas que por entonces se estaban abriendo para hacer efectiva la
ley de educación obligatoria para niños y niñas. Eran pocas y ocupaban un lugar
segregado por género: las maestras educando niñas y los maestros a los niños.
Después
de la Revolución de 1910, José Vasconcelos, como nuevo secretario de educación,
llamó a las mujeres alfabetizadas a sumarse a las cruzadas alfabetizadoras del
nuevo gobierno. Miles de jóvenes se sumaron en forma voluntaria a estas tareas.
Posteriormente el gobierno promovió los más importantes proyectos educativos
para la educación rural de que se tuviera memoria en nuestro país. Nuevamente
miles de jovencitas se sumaron a las acciones educativas, fundando escuelas
incluso en los lugares más apartados y agrestes. Siendo aún niñas, muchas de
ellas enfrentaban la resistencia de grupos conservadores y caciques a los
proyectos educativos del gobierno. No pocas de ellas fueron agredidas,
violadas, mutiladas y asesinadas por llevar las propuestas educativas que los
gobiernos de Calles y de Cárdenas llevaron adelante: la educación socialista,
la educación sexual y la puesta en marcha de la reforma agraria entre otras.
Además de sus tareas en el aula, se ocupaban de la organización de los
campesinos en ligas y sindicatos para la defensa de sus derechos.
En
1937, el Diario El Machete mencionaba que más de 200 maestros y maestras habían
sido asesinados por los rebeldes cristeros y que una cantidad incontable había
sido víctima de diferentes agresiones que afectaban a los profesores y
profesoras. Múltiples escuelas habían sido quemadas, apedreadas y en el mejor
de los casos sometidas a boicots por pate de elementos reaccionarios de los
pueblos. En algún momento de los años
cuarentas, por disposición oficial, dejaron de mencionar a los y las mártires
de la fundación de la escuela rural mexicana, considerado un periodo lleno de
odio y diferencias con el gobierno revolucionario.
En
mis investigaciones históricas, he podido construir una base de datos de más de
diez mil maestras rurales del periodo 1924-1945, a partir de los expedientes
personales del Archivo Histórico de la SEP, que se encuentra en el Archivo
General de la Nación. Con esta información podemos saber que la mayoría de las
maestras mexicanas de la primera mitad del siglo XX eran solteras, muy jóvenes,
con estudios de primaria y muy pocas con título de normalistas. Se capacitaban
en los cursos que las misiones culturales ofrecían en las regiones del país y
ganaban un peso diario, sin contar sábado y domingo (20 pesos al mes) pero en
algunos lugares –como bien lo documentó la historiadora Norma Ramos para el caso
de Nuevo León- había maestras que ganaban menos de $15 pesos al mes. Por
entonces no tenían seguro médico y por lo tanto, en caso de casarse o
embarazarse tenían que renunciar a su empleo, pues la SEP quería señoritas
profesoras.
Al
tratar de fundar escuelas y llevar adelante los proyectos del gobierno, las
jóvenes maestras se enfrentaban al atraso de los pueblos, al poder de los
hacendados y caciques y al poder educativo que tradicionalmente tenía la
iglesia en la educación. Los expedientes
están llenos de peticiones de garantías por alto nivel de violencia en las
comunidades para llevar adelante su trabajo y también de múltiples solicitudes
de permisos por enfermedades (el paludismo era incontenible) y de cambio de
lugar de trabajo y de renuncias porque el salario era bajo, porque las
amenazaban o porque se querían casar.
Monsiváis
se refiere a ellas como:
Con
valentía y desinterés, apegadas a las causas que benefician al pueblo y las
mujeres (lo que entonces se llamaba “mística”), decenas de miles alfabetizan y
hacen trabajo político entre 1920-1940. Son promotoras, activistas de partidos
y grupos, y son también mártires de la “piedad” homicida de las turbas de
cristeros y sinarquistas, y las víctimas de un proyecto radical de la década de
1930, muy fallido y declamatorio: la “educación socialista”, y de un proyecto
necesario que la derecha y el clero impiden con fanatismo: la educación
sexual.
El
reto de recuperar historias de mujeres en posiciones marginadas o las que
vivieron tiempos violentos, radica asimismo en poder visualizar la violencia de
género que marca sus vidas. Es importante usar el nuevo lenguaje que nos ofrece
la teoría de género para releer las violaciones y otras agresiones que vivieron
las maestras pioneras de la educación rural en el México de la
posrevolución.
[1] Carlos Monsiváis, introducción al libro Gabriela Cano, Mary Kay
Vaughan y Jocelyn Olcott (comps.) Género,
poder y política en el México Posrevolucionario, México, Fondo de Cultura
Económica, Universidad Autónoma Metropolitana, 2009,p. 31.
[1] Oresta, López
Pérez, “Las maestras en la historia de la educación en México
contribuciones para hacerlas visibles, en Sinéctica, No. 28, Febrero-julio,
2006
No hay comentarios.:
Publicar un comentario