miércoles, 20 de mayo de 2015

Las maestras mexicanas y su contribución al cambio social y educativo (parte I)

“En … Santa Rita, municipio de Tacámbaro,
la maestra María Salud Morales fue asesinada alrededor de las cuatro de la tarde del 16 de junio de 1937 [según el Diario El Machete] 
La profesora Morales, ha dado un ejemplo de entrega y de sacrificio.
Desde que llegó al lugar notó la oposición
de un grupo de fanáticos que trataron de amedrentarla para que se fuera.
 La profesora, comprendiendo el peligro en que se encontraba, se negó a salir del lugar, pero si se procuró una pistola.
Con ella, la maestra impuso respeto a los cristeros
que en muchas ocasiones trataron de asaltarla
en el trayecto del pueblo de Tecario a la escuela.
En otra ocasión los cristeros incendiaron la escuela.. […]  
agredieron a la maestra dentro de la escuela,
y sorprendiéndola cuando estaba desarmada
la mataron a golpes con palos y piedras.”

Citado por David L Raby,  (1974; 150-151.)





En la historia de las mujeres mexicanas, deberían aparecer en una posición importantísima, las maestras de escuela, que desde que aparecieron como trabajadoras del estado a finales del siglo XIX, han cumplido el papel de apoyar la secularización de la educación de las masas, de impulsar la alfabetización de las clases subalternas, de promover la inclusión de prácticas educativas modernas y más aún de ser los modelos de mujer profesional y autónoma, que eran y son ejemplo y han marcado el ritmo de cambio del resto de mujeres y niñas.
Durante el Régimen de Porfirio Díaz se empezó a hablar de modernizar la educación, siguiendo las pautas europeas, por entonces el pedagogo Pestalozzi, planteaba que las mujeres podrían incorporarse en formas excelentes al magisterio, que por entonces era un oficio de hombres. A finales del siglo XIX se abrieron escuelas para formar maestras, eran escuelas secundarias, academias y colegios y posteriormente con la fundación de las primeras normales para mujeres, aparecieron las primeras normalistas formadas en las ideas avanzadas de la pedagogía objetiva y moderna.


En México, estas maestras eran visibles en las grandes ciudades al frente de los colegios de niñas que por entonces se estaban abriendo para hacer efectiva la ley de educación obligatoria para niños y niñas. Eran pocas y ocupaban un lugar segregado por género: las maestras educando niñas y los maestros a los niños.


Después de la Revolución de 1910, José Vasconcelos, como nuevo secretario de educación, llamó a las mujeres alfabetizadas a sumarse a las cruzadas alfabetizadoras del nuevo gobierno. Miles de jóvenes se sumaron en forma voluntaria a estas tareas. Posteriormente el gobierno promovió los más importantes proyectos educativos para la educación rural de que se tuviera memoria en nuestro país. Nuevamente miles de jovencitas se sumaron a las acciones educativas, fundando escuelas incluso en los lugares más apartados y agrestes. Siendo aún niñas, muchas de ellas enfrentaban la resistencia de grupos conservadores y caciques a los proyectos educativos del gobierno. No pocas de ellas fueron agredidas, violadas, mutiladas y asesinadas por llevar las propuestas educativas que los gobiernos de Calles y de Cárdenas llevaron adelante: la educación socialista, la educación sexual y la puesta en marcha de la reforma agraria entre otras. Además de sus tareas en el aula, se ocupaban de la organización de los campesinos en ligas y sindicatos para la defensa de sus derechos.


En 1937, el Diario El Machete mencionaba que más de 200 maestros y maestras habían sido asesinados por los rebeldes cristeros y que una cantidad incontable había sido víctima de diferentes agresiones que afectaban a los profesores y profesoras. Múltiples escuelas habían sido quemadas, apedreadas y en el mejor de los casos sometidas a boicots por pate de elementos reaccionarios de los pueblos.  En algún momento de los años cuarentas, por disposición oficial, dejaron de mencionar a los y las mártires de la fundación de la escuela rural mexicana, considerado un periodo lleno de odio y diferencias con el gobierno revolucionario.


En mis investigaciones históricas, he podido construir una base de datos de más de diez mil maestras rurales del periodo 1924-1945, a partir de los expedientes personales del Archivo Histórico de la SEP, que se encuentra en el Archivo General de la Nación. Con esta información podemos saber que la mayoría de las maestras mexicanas de la primera mitad del siglo XX eran solteras, muy jóvenes, con estudios de primaria y muy pocas con título de normalistas. Se capacitaban en los cursos que las misiones culturales ofrecían en las regiones del país y ganaban un peso diario, sin contar sábado y domingo (20 pesos al mes) pero en algunos lugares –como bien lo documentó la historiadora Norma Ramos para el caso de Nuevo León- había maestras que ganaban menos de $15 pesos al mes. Por entonces no tenían seguro médico y por lo tanto, en caso de casarse o embarazarse tenían que renunciar a su empleo, pues la SEP quería señoritas profesoras.


Al tratar de fundar escuelas y llevar adelante los proyectos del gobierno, las jóvenes maestras se enfrentaban al atraso de los pueblos, al poder de los hacendados y caciques y al poder educativo que tradicionalmente tenía la iglesia en la educación.  Los expedientes están llenos de peticiones de garantías por alto nivel de violencia en las comunidades para llevar adelante su trabajo y también de múltiples solicitudes de permisos por enfermedades (el paludismo era incontenible) y de cambio de lugar de trabajo y de renuncias porque el salario era bajo, porque las amenazaban o porque se querían casar.


Monsiváis se refiere a ellas como:


Con valentía y desinterés, apegadas a las causas que benefician al pueblo y las mujeres (lo que entonces se llamaba “mística”), decenas de miles alfabetizan y hacen trabajo político entre 1920-1940. Son promotoras, activistas de partidos y grupos, y son también mártires de la “piedad” homicida de las turbas de cristeros y sinarquistas, y las víctimas de un proyecto radical de la década de 1930, muy fallido y declamatorio: la “educación socialista”, y de un proyecto necesario que la derecha y el clero impiden con fanatismo: la educación sexual. 


El reto de recuperar historias de mujeres en posiciones marginadas o las que vivieron tiempos violentos, radica asimismo en poder visualizar la violencia de género que marca sus vidas. Es importante usar el nuevo lenguaje que nos ofrece la teoría de género para releer las violaciones y otras agresiones que vivieron las maestras pioneras de la educación rural en el México de la posrevolución. 



[1] Carlos Monsiváis, introducción al libro Gabriela Cano, Mary Kay Vaughan y Jocelyn Olcott (comps.) Género, poder y política en el México Posrevolucionario, México, Fondo de Cultura Económica, Universidad Autónoma Metropolitana, 2009,p. 31.
[1] Oresta, López  Pérez, “Las maestras en la historia de la educación en México contribuciones para hacerlas visibles, en Sinéctica, No. 28, Febrero-julio, 2006

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