miércoles, 10 de septiembre de 2014

Los libros de texto gratuitos y el rumbo de la educación


Se trata de los libros más humildes pero a la vez
los más simbólicos que una nación adulta
pueda ofrecer gratuitamente a toda su niñez […]
son los más humildes porque responden al propósito de enseñar a leer;
son los más simbólicos porque con ellos se declara que,
en un país amante de las libertades como lo es México,
el repartir uniforme e igualitariamente
los medios y el hábito de leer es algo que nace de la libertad misma.
Martín Luis Guzmán, Primer Director de la CONALITEG.


En México, Los libros de texto gratuitos constituyeron desde su aparición, una forma para homogeneizar para todo el país: contenidos educativos, métodos pedagógicos, orientaciones ideológicas y la versión de la historia que se desea dar a conocer a los mexicanos.  Los libros de historia particularmente, han sido polémicos y vistos como una poderosa herramienta pedagógica y política no sólo en México sino en todos los países del mundo.

Desde que se fundó la Comisión Nacional de Libros de Texto (CONALITEG), en 1959, durante el gobierno de López Mateos (1958-1964), la sola idea de hacer libros para todos los niños, generó mucha polémica. Había sectores que apostaban a que los libros de texto contribuirían al cambio ideológico y la unidad nacional, pues prevalecía un contexto en que seguía la lucha histórica entre el Estado y la Iglesia por el control de la educación. Asimismo,  entonces no había libros escolares suficientes para las escuelas y los que había eran de mala calidad y solo producidos por particulares.

El mundo editorial ofrecía un panorama poco alentador, pues los autores de libros escolares y los dueños de las editoriales comerciales, se negaban a actualizar los textos, a corregirlos y menos aún a realizarles adaptaciones a la realidad mexicana.

 Jaime Torres Bodet, como secretario de educación,  enfatizó que la producción de libros ayudaría a formar a los ciudadanos mexicanos que se requerían para el desarrollo social y económico del país. Vio en los libros la forma de acompañar una reforma educativa transexenal como lo fue el Plan de Once Años, misma que tenía por meta ampliar la matrícula educativa para todo el país, continuar con la tarea de alfabetizar a los mexicanos y contar con libros que pusieran en el centro el nacionalismo y la familia.

Los grupos que se opusieron a los libros no sólo eran empresarios de editoriales transnacionales que ya operaban en el país y que veían afectados sus intereses con esta nueva iniciativa del estado, sino que fueron los sectores más conservadores de la sociedad los  opositores más duros a los libros de texto gratuitos. Se decían desposeídos de su derecho a educar a sus hijos, veían a los libros como portadores de ideas contrarias a sus intereses económicos e ideológicos. Por otra parte, el Estado afirmaba favorecer la igualdad social, con libros para todos los niños mexicanos, elaborados entonces por maestros en servicio.

No obstante el debate, en la mayoría de las entidades, los maestros y padres de familia recibieron los libros como una buena iniciativa. Se estableció desde entonces la ritual entrega de libros, rodeada de discursos y publicidad y su producción editorial siguió a lo largo de los años creciendo en forma imparable.

Fue durante el Gobierno de Luis Echeverría, después del movimiento del 68,  cuando se lleva adelante otra Reforma Educativa que promovió los contenidos por áreas de conocimiento y se incorporó un nuevo discurso que subrayabala necesidad de promover la conciencia histórica, crítica y científica en el currículum. Por primera vez se reconocía el contexto mundial que le tocaba vivir al niño y se ubicaba a México en el mundo. Asimismo aparecieron los primeros libros auxiliares para el maestro.

Se puso atención a mejorar la calidad de los textos y se llamó a colaborar a especialistas universitarios y normalista de la UNAM, CINVESTAV, el COLMEX y universidades varias, así como la Escuela Nacional de Maestros. Ya no se cuestionaba tanto la legitimidad del estado para producir libros, más bien las críticas de la oposición se concentraban en los contenidos. La Unión Nacional de Padres de Familia y las centrales patronales señalaron que los libros de Ciencias Sociales eran “comunistas”, porque hablaban de la necesidad de una mejor distribución de la riqueza; también  fueron cuestionados los de Ciencias  Naturales por hablar de “la reproducción de la vida”. La historiadora Josefina Zoraida Vázquez estuvo sometida a la crítica, pues fue quien coordinó el equipo que hizo el libro de ciencias sociales.

Como nunca antes, los libros de texto tuvieron una defensa generalizada por todo el país, empezando por los rectores de 28 universidades, quienes en defensa de los libros, señalaron la importancia cultural de los libros y hubo quien señaló  que los detractores que cuestionaban a la SEP en su tarea de  hacer libros para toda la nación, eran unos “fascistas”.

Después de una década de que el Estado había hecho libros para todos los niños del país, ya se sabía bien que los libros y los contenidos y enfoques de la Reforma educativa deberían estar armonizados y caminar juntos para marcar el sentido de la educación. Sirva esta reflexión para preguntarnos si existe ahora una reforma educativa con clara acciones  que oriente la pertinencia de los libros de texto. Todo indica que no, los maestros están sorprendidos por los nuevos controles y evaluaciones de la SEP, pero más allá de este disciplinamiento, no se ve el contenido de largo alcance en términos curriculares. Más allá de las demandas inmediatas de una sistema educativo enorme, no sabemos con claridad el proyecto para donde se quiere llevar a la educación y a los libros de texto en México. El debate sobre este tema sigue abierto.

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