Felizmente se contaban ya algunas damas
que a pesar del espionaje y de los procesos,
se habían valido de mil ardides para prestar a la nación
servicios de la
mayor importancia,
que llegaría el feliz momento de la libertad
y que entonces saldrían a la luz los nombres de estas damas
y sus heroicos hechos y unas y otros, serían leídos con
admiración.
Manifiesto: “A las
damas de México”,
Semanario Político
Patriótico Americano
22-29 noviembre de
1812.
Quien piense que las mujeres no participaron durante la rebelión de
Independencia de México, están equivocados. Muchos libros de
historia no las mencionan o si lo hacen, las señalan como casuales
colaboradoras de algún enamorado importante o como víctimas de los desastres de
la guerra. La verdad es que en todas las épocas han existido mujeres que han
tenido conciencia, deseos y participación activa en el cambio social. El
estereotipo, el olvido y la incredulidad, han cegado por muchos años
a la historia oficial respecto a la participación política de las mujeres, aún
de las más destacadas.
Que no les confundan sus vestidos, ni sus peinados y mucho menos sus
cuerpos biológicos acotados a los mandatos de la maternidad. Detrás de todas
las tecnologías de belleza impuestas a las mujeres y detrás de los discursos de
la debilidad del bello sexo, como le decían en el siglo XIX, hay
que pensar también en mujeres con ideales: existieron mujeres como Josefa Ortiz
de Domínguez, Leona Vicario, Gertrudis Bocanegra, Tomasa Esteves, y
Altagracia Mercado, entre muchas, muchas otras, que invirtieron –como los
hombres- sus fortunas, sus talentos, sus redes y sus vidas, a favor de la causa
independentista. Lo hicieron a pesar de que el orden social y de género, les
prohibía participar en política, en conspiraciones y en la guerra. Pese a todo,
estas mujeres fueron valientes militares, hábiles estrategas, propagandistas,
reclutadoras, espías, financiadoras e intelectuales de las rebeliones.
Las niñas que nacieron después de la Independencia, en el seno de
familias liberales, se inspiraban en las heroínas de la independencia, mismas
que eran más leyendas y heroínas orales que porque sus nombres aparecieran en
las lecciones de historia. Por entonces, apenas era motivo de debate
entre intelectuales, el análisis de la gesta de Independencia y dudaban de
incluirlas en la historia. Posteriormente se incluyeron dos nombres:
el de Josefa Ortiz de Domínguez que se le recordó como heroína a propuesta
de los maestros en un congreso de instrucción en 1891 y a Leona Vicario que fue
recordada como tal en el primer centenario de la Independencia. Las otras,
siguen siendo grandes desconocidas. En la historia regional de los
estados, en los años sesenta del siglo XX, se empezaron a rescatar algunos
nombres. De otras no se sabe casi nada, son solo leyendas para la ocasión, no
se ha hecho una inversión suficiente para investigar y localizar los documentos
de su existencia o siquiera saber dónde reposan sus restos.
Actualmente tenemos más apertura cultural y más herramientas teóricas
para hacer visible la participación de las mujeres en la Independencia, por
ello es útil volver a pensar quiénes fueron estas mujeres y cómo es que se
vincularon a los conflictos políticos y militares de su época. Por ejemplo, re-
pensemos a Josefa Ortiz, honrada tardía y parcialmente, más que por sus propios
méritos, por ser casada con el Corregidor, la “Corregidora”. Josefa
era una mujer que no entraba en los modelos ideales de mujer de la época, pocos
saben que era una mezcla de mestiza y mulata, lo cual la expuso a múltiples
humillaciones en su tiempo, pero tuvo la fortuna de ser una mujer ilustrada
capaz de comprender la complejidad de la Nueva España y enterada de las
noticias de ultramar. Estudió en el Colegio de las Vizcainas en la ciudad de
México, en donde las niñas leían textos del español Benito Jerónimo Feijoo,
promotor de la ilustración de las mujeres, un docto feminista que escribió un
ensayo científico mostrando la injusta desigualdad en que se tenía a las
mujeres.
Tanto Josefa pero aún más Leona Vicario, leyeron el ensayo Defensa
de las Mujeres, de Feijoo, en donde afirmaba, que las mujeres no
eran inferiores a los hombres y que la humanidad tenía múltiples ejemplos de
sus capacidades políticas:
Es notoriedad de hecho que hubo mujeres que supieron gobernar, y ordenar
Comunidades Religiosas, y aun mujeres que supieron gobernar, y ordenar
Repúblicas entera.[i]
Lecturas ilustradas y las noticias de los cambios reformistas en Europa,
llegaron a Hispanoamérica y alimentaron ideas de cambio en hombres y
mujeres. Los textos de Feijoo se mantuvieron por largo tiempo como
textos formativos de las niñas en los colegios. No sorprende por ello que
hubiera mujeres ilustradas, participando en política en diferentes partes de
América.
Josefa no fue una casual conspiradora, sino una ilustrada contribuyente
a la causa insurgente. Organizaba desde tiempo atrás, círculos literarios donde
se leían textos de la ilustración y también hacía tertulias políticas que
reunieron a los promotores de la insurgencia. Contribuyó con su marido a
construir los planes de los insurgentes, manejó información privilegiada que le
permitió actuar a tiempo. Al avisar que fueron descubiertos los planes de la
rebelión, compartió y participó de la estrategia de adelantar el levantamiento.
Una vez consumada la independencia, Iturbide se declaró emperador y en
algún momento reconoció la labor de Josefa, pues sin su oportuna colaboración,
la rebelión no hubiera sucedido. Iturbide le ofreció un puesto junto
a la corte de su esposa, al que ella declinó, señalando que no podía colaborar
con Iturbide, pues sería traicionar los ideales por los que había luchado.
Leona Vicario, también ilustrada y casada con un libertador, dejo amplia
constancia de su trabajo a favor de la insurgencia y de sus capacidades como
estratega y organizadora. Ella fue la operadora ideológica de una amplia red
clandestina de la insurgencia en el bajío, reclutaba y formaba ideológicamente
a nuevos cuadros y organizó, con herreros especializados, una fábrica de
fusiles y municiones, para proveer a los insurgentes. A través de cartas
codificadas movía información entre los insurgentes, incluso muchas de ellas
escritas en códigos de espionaje. Leona mantenía viva, informada, atendida y
protegida a toda una red de insurgentes y a sus familias. Incluso, daba
seguimiento a los procesos de presos políticos, a la salud de combatientes y
atendía también las necesidades de sus familias.
Leona sobrevivió a la guerra y junto con su esposo Andrés Quintana Roo,
se mantuvo en el lado radical del federalismo. Ambos, tuvieron diferencias con
diversos actores en el periodo independiente.
Lucas Alamán, con deseos de subestimarla, señaló que Leona no era una
verdadera patriota, sino una mujer metida en la guerra por el amor a su marido.
Leona, hábil con la escritura, lectora de Historia y portadora de ideas
originales y propias, se negaba a ser encasillada como tonta y defendió su
posición feminista desde la prensa:
Confiese V. Sr. Alamán, que no solo el amor es el móvil de las mujeres;
que ellas son capaces de todos los entusiasmos y que los sentimientos de la
gloria y la libertad no les son sentimientos extraños… Por lo que a mi toca, es
decir que mis acciones y opiniones, han sido siempre muy libres, nadie
ha influido absolutamente en ellas, y en ese punto he obrado siempre con total
independencia… me persuado de que así serán todas las mujeres, exceptuando a
las muy estúpidas y a las que por efecto de su educación hayan contraído un
hábito servil. De ambas clases, hay también muchos hombres.[ii]
Hoy no
dudamos que Josefa y Leona, son heroínas y figuras valiosas de la historia
México, pero también, -hay que subrayarlo-, para la historia de las
mujeres mexicanas, porque fueron pioneras de los derechos femeninos a la
participación política y a ser constructoras directas de un nuevo
proyecto de nación.
Tenemos
sin embargo una gran deuda histórica con muchas más mujeres combatientes que
murieron por la causa y que son las más, pues por ser pobres o analfabetas será
difícil recuperar sus biografías, Ya que no dejaron huellas documentales, sino
apenas son ecos en la lírica y en vagos testimonios de terceros.
[ii] 2.
Carta de Leona Vicario a Lucas Alamán, 26 de marzo de 1821, publicada en El Federalista Mexicano.
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