miércoles, 17 de septiembre de 2014

Repensar a Josefa y a Leona, heroínas de la Independencia de México


Felizmente se contaban ya algunas damas
que a pesar del espionaje y de los procesos,
se habían valido de mil ardides para prestar a la nación
 servicios de la mayor importancia,
que llegaría el feliz momento de la libertad
y que entonces saldrían a la luz los nombres de estas damas
y sus heroicos hechos y unas y otros, serían leídos con admiración.

Manifiesto: “A las damas de México”,
Semanario Político Patriótico Americano
22-29 noviembre de 1812.


Quien piense que las mujeres no participaron durante la rebelión de Independencia de México, están equivocados. Muchos  libros de historia no las mencionan o si lo hacen, las señalan como casuales colaboradoras de algún enamorado importante o como víctimas de los desastres de la guerra. La verdad es que en todas las épocas han existido mujeres que han tenido conciencia, deseos y participación activa en el cambio social. El estereotipo, el olvido y la incredulidad,  han cegado por muchos años a la historia oficial respecto a la participación política de las mujeres, aún de las más destacadas.


Que no les confundan sus vestidos, ni sus peinados y mucho menos sus cuerpos biológicos acotados a los mandatos de la maternidad. Detrás de todas las tecnologías de belleza impuestas a las mujeres y detrás de los discursos de la debilidad del bello sexo, como le decían en el siglo XIX, hay que pensar también en mujeres con ideales: existieron mujeres como Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, Gertrudis Bocanegra, Tomasa Esteves,  y Altagracia Mercado, entre muchas, muchas otras, que invirtieron –como los hombres- sus fortunas, sus talentos, sus redes y sus vidas, a favor de la causa independentista. Lo hicieron a pesar de que el orden social y de género, les prohibía participar en política, en conspiraciones y en la guerra. Pese a todo, estas mujeres fueron valientes militares, hábiles estrategas, propagandistas, reclutadoras, espías, financiadoras e intelectuales de las rebeliones.


Las niñas que nacieron después de la Independencia, en el seno de familias liberales, se inspiraban en las heroínas de la independencia, mismas que eran más leyendas y heroínas orales que porque sus nombres aparecieran en las lecciones de historia.  Por entonces, apenas era motivo de debate entre intelectuales, el análisis de la gesta de Independencia y dudaban de incluirlas en la historia.  Posteriormente se incluyeron dos nombres: el de Josefa Ortiz de Domínguez que se le recordó como heroína a  propuesta de los maestros en un congreso de instrucción en 1891 y a Leona Vicario que fue recordada como tal en el primer centenario de la Independencia. Las otras, siguen siendo grandes desconocidas.  En la historia regional de los estados, en los años sesenta del siglo XX, se empezaron a rescatar algunos nombres. De otras no se sabe casi nada, son solo leyendas para la ocasión, no se ha hecho una inversión suficiente para investigar y localizar los documentos de su existencia o siquiera saber dónde reposan sus restos.


Actualmente tenemos más apertura cultural y más herramientas teóricas para hacer visible la participación de las mujeres en la Independencia, por ello es útil volver a pensar quiénes fueron estas mujeres y cómo es que se vincularon a los conflictos políticos y militares de su época. Por ejemplo, re- pensemos a Josefa Ortiz, honrada tardía y parcialmente, más que por sus propios méritos, por ser casada con el Corregidor, la “Corregidora”.  Josefa era una mujer que no entraba en los modelos ideales de mujer de la época, pocos saben que era una mezcla de mestiza y mulata, lo cual la expuso a múltiples humillaciones en su tiempo, pero tuvo la fortuna de ser una mujer ilustrada capaz de comprender la complejidad de la Nueva España y enterada de las noticias de ultramar. Estudió en el Colegio de las Vizcainas en la ciudad de México, en donde las niñas leían textos del español Benito Jerónimo Feijoo, promotor de la ilustración de las mujeres, un docto feminista que escribió un ensayo científico mostrando la injusta desigualdad en que se tenía a las mujeres.


Tanto Josefa pero aún más Leona Vicario, leyeron el ensayo Defensa de las Mujeres,  de Feijoo, en donde afirmaba, que las mujeres no eran inferiores a los hombres y que la humanidad tenía múltiples ejemplos de sus capacidades políticas:


Es notoriedad de hecho que hubo mujeres que supieron gobernar, y ordenar Comunidades Religiosas, y aun mujeres que supieron gobernar, y ordenar Repúblicas entera.[i]

Lecturas ilustradas y las noticias de los cambios reformistas en Europa, llegaron a Hispanoamérica y alimentaron ideas de cambio en hombres y mujeres.  Los textos de Feijoo se mantuvieron por largo tiempo como textos formativos de las niñas en los colegios. No sorprende por ello que hubiera mujeres ilustradas, participando en política en diferentes partes de América.  


Josefa no fue una casual conspiradora, sino una ilustrada contribuyente a la causa insurgente. Organizaba desde tiempo atrás, círculos literarios donde se leían textos de la ilustración y también hacía tertulias políticas que reunieron a los promotores de la insurgencia. Contribuyó con su marido a construir los planes de los insurgentes, manejó información privilegiada que le permitió actuar a tiempo. Al avisar que fueron descubiertos los planes de la rebelión, compartió y participó de la estrategia de adelantar el levantamiento.


Una vez consumada la independencia, Iturbide se declaró emperador y en algún momento reconoció la labor de Josefa, pues sin su oportuna colaboración, la rebelión no hubiera sucedido.  Iturbide le ofreció un puesto junto a la corte de su esposa, al que ella declinó, señalando que no podía colaborar con Iturbide, pues sería traicionar los ideales por los que había luchado.


Leona Vicario, también ilustrada y casada con un libertador, dejo amplia constancia de su trabajo a favor de la insurgencia y de sus capacidades como estratega y organizadora. Ella fue la operadora ideológica de una amplia red clandestina de la insurgencia en el bajío, reclutaba y formaba ideológicamente a nuevos cuadros y organizó, con herreros especializados, una fábrica de fusiles y municiones, para proveer a los insurgentes. A través de cartas codificadas movía información entre los insurgentes, incluso muchas de ellas escritas en códigos de espionaje. Leona mantenía viva, informada, atendida  y protegida a toda una red de insurgentes y a sus familias. Incluso, daba seguimiento a los procesos de presos políticos, a la salud de combatientes y atendía también las necesidades de sus familias.


Leona sobrevivió a la guerra y junto con su esposo Andrés Quintana Roo, se mantuvo en el lado radical del federalismo. Ambos, tuvieron diferencias con diversos actores en el periodo independiente.


Lucas Alamán, con deseos de subestimarla, señaló que Leona no era una verdadera patriota, sino una mujer metida en la guerra por el amor a su marido. Leona, hábil con la escritura, lectora de Historia y portadora de ideas originales y propias, se negaba a ser encasillada como tonta y defendió su posición feminista desde la prensa:


Confiese V. Sr. Alamán, que no solo el amor es el móvil de las mujeres; que ellas son capaces de todos los entusiasmos y que los sentimientos de la gloria y la libertad no les son sentimientos extraños… Por lo que a mi toca, es decir que mis acciones y opiniones, han sido siempre muy libres,  nadie ha influido absolutamente en ellas, y en ese punto he obrado siempre con total independencia… me persuado de que así serán todas las mujeres, exceptuando a las muy estúpidas y a las que por efecto de su educación hayan contraído un hábito servil. De ambas clases, hay también muchos hombres.[ii]

Hoy no dudamos que Josefa y Leona, son heroínas y figuras valiosas de la historia México,  pero también, -hay que subrayarlo-, para la historia de las mujeres mexicanas, porque fueron pioneras de los derechos femeninos a la participación política  y a ser constructoras directas de un nuevo proyecto de nación.


Tenemos sin embargo una gran deuda histórica con muchas más mujeres combatientes que murieron por la causa y que son las más, pues por ser pobres o analfabetas será difícil recuperar sus biografías, Ya que no dejaron huellas documentales, sino apenas son ecos en la lírica y en vagos testimonios de terceros. 
  






1.        Benito Jerónimo Feijoo, Teatro crítico universal, tomo primero, Madrid  (1726).
[ii] 2. Carta de Leona Vicario a Lucas Alamán, 26 de marzo de 1821,  publicada en El Federalista Mexicano.

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